lunes, 2 de julio de 2007

Un cuento titulado Igualdad

Érase una vez un país en el que casi todo el mundo tenía, desde su nacimiento, las mismas oportunidades. Vale que no tenía las mismas que el hijo del rey, el del conde de Nosequé o el del cardenal Nosecuantos. Pero desde luego, sus posibilidades eran iguales que las del hijo del vecino o el de la otra punta de la aldea. Y es que todos crecían igual que sus padres y sus abuelos, e igual que lo harían sus hijos. Todos recibían la misma formación y se les embutirían las mismas ideologías, miedos y aspiraciones. Así, todos eran campesinos. Alguno sabría más de cómo conducir un carro, otro de cómo arreglar las herraduras; pero esencialmente, eran personas muy similares. Estoy hablando, como ya habreis interpretado, de la Edad Media. Vale que me dejo de lado la sociedad estamental; pero es que la inmensa mayoría de la población pertenecía a un mismo estamento. En otras palabras, se trataba de una sociedad horizontal; varios estamentos, con una situación igualitaria para todos sus miembros.
Cientos de años más tarde; en la actualidad, soplan otros vientos. La igualdad, más que una realidad tangible, parece ser el ideal de una sociedad perfecta. Hay quienes pretenden una igualdad en todos los sentidos de la vida. Pero yo sólo apoyo un reducido conjunto de esa igualdad. La de oportunidades, porque todos merecemos las mismas oportunidades cuando nacemos (ricos, pobres, hombres, mujeres, los del país A, los del país B ...). Eso sí, conforme desarrollamos nuestras vidas, vamos perdiendo ese derecho, como respuesta a las acciones de las que somos responsables (que ahora me digan a mí que alguien que no tiene ni el graduado escolar, merece tener el mismo salario que yo ...) Y también estoy de acuerdo con la igualdad de derechos; aunque una vez más, con matices. Alguien que delinque, obviamente pierde su derecho a la libertad, en un grado proporcional al de su crimen.
Pero por todo lo demás, la sociedad y la especie humana sólo tienen un camino hacia el progreso: LA DIFERENCIACIÓN.
Y eso que digo, no es contranatura. Más bien al contrario; cada día estamos más diferenciados; sino, ¿por qué un abogado no es capaz de diseñar un microprocesador (hablamos del abogado medio, no del que se sacó derecho mientras suspendía teleco). Nuestra sociedad es la que es gracias a la diferenciación. Ya no somos todos campesinos. Somos ingenieros, abogados, pilotos, arquitectos ....
Sin embargo, en el sistema educativo, hay una grave lacra, que parece estar poniendo en peligro la diferenciación en el futuro. Y es la de equiparar a todos los alumnos; dejar que los más aventajados se aburran yendo al ritmo de los más lentos (o los que no muestran interés porque eso es lo que han aprendido en su casa); desmotivar la competencia, esa competencia que ha llevado a los logros que encumbran la evolución de la especie humana (la llegada a la Luna es mi ejemplo favorito). Y eso es algo que desde ya hay que arreglar.
Porque, ¿qué será de este país el día que la población esté compuesta de una mayoría que tiene la misma formación, la misma ideología, los mismos miedos y aspiraciones?

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