martes, 18 de mayo de 2010

Crisis creativa

Se nota en el mismo título de la entrada. Uso una palabra que está de moda y que ronda por mi cabeza porque ronda por el medio en general. Tengo una crisis creativa. ¿Sabéis qué? Ni siquiera soy capaz de encontrar una canción en condiciones para escuchar mientras escribo esto. Bueno ya está, ahora mismo suena "They don't care about us" de Michael Jackson. Os la recomiendo, por cierto.
Ha sido un día aburrido como pocos. No sé ni por qué estoy escribiendo esto, tengo cosas mejores que hacer que entreteneros. Debería estar buscando algo que comer ahora mismo, pero la puñetera isla tiene Wifi, mi punto débil.
Wifi era precisamente lo que tenía el autobús número 20, y mientras tranquilamente estaba refrescando por décima vez mi bandeja de entrada, un coche se empotró contra mi ventana, quedando el símbolo de Opel a apenas diez centímetros de mi auricular derecho. El conductor salió despedido y cayó dentro del autobús, dándome involuntariamente una tremenda colleja en mitad de su vuelo. Me dolió. El hombre se levantó y se limpió los cristales del jersey. Y se acercó a una chica de unos cuarenta años. "Perdona, ¿esto es el barrio de Teatinos? Me han dicho que hay un Caja Madrid por aquí" La chiquilla dijo que no con la cabeza y siguió leyendo su Cosmopolitan. En esto el conductor del autobús se acercó y echó al intruso, diciéndole que si no tenía billete, que se largara. Y el autobús continuó su marcha. El resto está un poco borroso, porque me quedé dormido, o estaba navegando intensamente por Internet, no distingo bien...
Lo siguiente que recuerdo es que me desperté en el asiento del tren; supongo que habría llegado ahí con el piloto automático, totalmente inconsciente. Lo único que había cambiado respecto a la rutina eran los asientos del tren, curiosamente más cómodos que de costumbre. Y el tren era curiosamente más rápido de lo habitual. Y el revisor que me había despertado me miraba con una cara curiosamente más mosqueada de lo habitual. Me dijo que la siguiente parada, en un lugar perdido del interior de España, llegaría en cinco minutos, y tenía que bajarme ahí; que cómo pretendía viajar en AVE y en primera clase con un abono mensual de tan sólo 4 zonas del Cercanías y que ya me valía.
Así que ahí estaba, en plena llanura, en un apeadero dejado de la mano del plan E. En tan sólo cinco minutos, el tren desapareció en el horizonte... alta velocidad; como corría el desgraciao. Ahora entendía lo de que nuestra querida Península se está desertificando. Lo más vivo que había en mi campo de visión era un avión que volaba a 11000 pies de altura, un lagarto y una bola de hierbajos secos. Asco de vida. Tenía hambre. Bajé de la plataforma del apeadero y empecé a andar por las vías. No contaré en detalle lo que pasó en las dos horas siguientes porque os aburriría; resumiendo muy mucho, andé por el desierto, llegué a algunos sitios, hable con alguna gente y tras algunos trueques y trampas me hice con un zepelín.
Un zepelín con Wifi, claro. Así que cuando tuve la ruta ajustada, entré nuevamente en Gmail y revisé mi correo. Estuve un rato navegando y la verdad es que nuevamente aquí tengo una laguna, no recuerdo qué pasó. Cuando aparté la vista de la pantalla del portátil, ví que fuera era de noche, y que de hecho había aterrizado; mejor dicho, me había estrellado. Alguien había encendido un fuego y puesto comida para mí, justo al lado del dirigible. Vi a algunas personas. Sean quienes fueran, eran muy poco pacientes, pues no me habían esperado; se habían comido su parte de la comida, y estaban durmiendo. Tenían pinta de salvajes, por la ropa extremadamente naturista que vestían.
Bueno, de esto hace unos minutos. Comí; era carne de algún animal a la barbacoa, y me volví aquí; donde la inspiración no me dice nada. Tengo un blog que quiero revivir, pero no tengo nada que contar. Estoy en una crisis creativa. Perdonad, no se me ocurre nada mejor que contar que lo que he hecho en el día, justo el tipo de blog que me prometí a mi mismo que nunca iba a tener.
En fin, buenas noches para los que sigáis con horario peninsular. Aquí ya está amaneciendo, a las notas de "Děkuji" de Karel Kryl.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Google

Empezaba a bajar la escalera hacia la fase REM. El ruido cada vez era menor. Millones de ideas vibraban en mi cabeza cada vez más lento, perdían fuerza y se depositaban formando suaves dunas. Las primeras imágenes de mi inconsciente comenzaban a devorar la realidad, pero aún las últimas conscientes aún no habían salido del escenario. Estaban dedicadas a los planes del día siguiente.

Según hablamos justo antes de separarnos en el autobús, había que estar a las 11. No, a las 12... 11.30. No, era a las 11. A las 11 y a las 12 otra vez. Me hice un lío. Ahora pensaba todo a la vez. Las ideas volvieron a zumbar, a zumbar fuerte. Recobré la consciencia, abrí los ojos y encendí la luz, aunque no estaba preparado aún para esto último.

Intenté recordar la conversación. Mientras el gordo se quejaba de algo de su trabajo, el cabezón y yo intentábamos animarlo hablando del fin de semana. Y hablamos de ir a ese sitio fantástico, para lo cual quedamos en la estación a las 11, 11:30, 12 o en adelante. Me esforcé en recordar algunas palabras que yo mismo pronuncié.

Encendí mi portátil y entré en Google. En el cuadro de texto tecleé las palabras que recordaba y pinché en "Voy a tener suerte". Tras un segundo de dudas, el navegador me redirigió a una página. Ésta era bastante aséptica, sólo contenía letras y un fondo blanco. Y un banner publicitario anunciando "El termómetro del amor". Por lo demás, el encabezado de la página anunciaba algo de un registro oficial, o no se qué de un historial. Sólo pude conjeturar, pues estaba escrito en chino cantonés. Tras el encabezado, la conversación que mantuvimos estaba completamente transcrita (en castellano), incluyendo lo que supongo podían ser la descripción de los gestos (también escritos en chino cantonés, como notas al margen). Bajé, bajé, bajé.... no; seguí bajando. Y por fin encontré la despedida; habíamos quedado en la estación, a las 11 y cuarto. Apagué el ordenador, y volví a la cama.