domingo, 21 de enero de 2007

Puta

Yo tengo una vida "decente"; un trabajo estable, relativo respeto entre la gente que me rodea (al menos en los momentos en que estoy presente), un techo bajo el que vivir, una cena esperando caliente en la mesa, un partido al que votar, y uno que seguir todos los domingos... Soy uno más, en el rombo de la sociedad contemporánea.
Arriba la clase adinerada, en medio el pueblo llano y debajo los desamparados, los mendigos, los esclavos, las putas...
Eran las 7 de la mañana, mi tren pasaba por encima de un puente. Debajo de este puente, la carretera que conducía al polígono industrial. Y allí la ví. Era enorme, llegaría quizá a los dos metros de estatura. Apenas cubierta por un par de trapos que no la protegían del frío de esa mañana de Enero y dejaban ver una piel del color del café. Intentando atraer clientes que, obviamente ignorarían ese frío.
Clientes que, con su ignorancia alimentan un horrible mercado humano, un mercado antropófago, con el que una parte corrupta de la sociedad se enriquece, y escala a la punta superior del rombo, y compra el respeto del resto, mientras que otra parte, explotada y privada de las mínimos derechos humanos, es renegada a la punta inferior del rombo.
¿Y los que estamos en medio? ¿Qué hacemos nosotros?
Usamos "puta" como insulto, nos sentimos orgullosos de no caer tan bajo, somos indulgentes con los verdaderos criminales y las mafias (¿cuántos traficantes de personas, drogas, armas, etc ... campan a sus anchas en esta sociedad?).
Y todavía nos atrevemos a juzgar a quien tiene que vender su cuerpo para sobrevivir, o peor aún, lo venden por ella. La usamos como insulto. Nos creemos con el derecho de sentir asco. Nos atrevemos a criticar a aquella que intentó escapar de la pobreza para sumergirse en la miseria, para acabar una mañana de Enero, casi desnuda, a las 7 de la mañana intentando atraer a babosos, a los cuales la sociedad no juzga.
Una sociedad que cierra los ojos y no quiere ver, bien haría en cerrar la boca también.