sábado, 26 de agosto de 2006

La afortunada

En un autobús cualquiera, rodando por una calle de una ciudad de tantas otras, uno de esos días que no se pueden llamar día; oscuros, lluviosos y fantasmagóricos, una chica ve los edificios pasar por su ventana. La lluvia empaña los cristales por fuera, y el vapor por dentro. Sus mejillas están mojadas, como si una gota hubiera atravesado el cristal y se hubiera posado en su ojo, para luego caer al vacío acariciándole la cara.
Piensa en algo que le falta. ¿Qué?. Eso importa poco. Y lo que le falta también es poco importante. Pero eso no le importa.
Es consciente de casi todo lo que le falta, pero no de todo.
Le falta el amor, lo siente, pero le falta el odio, le falta la guerra, el fanatismo, pero no lo sabe.
Le falta la belleza, lo ve, pero le falta la represión, el velo, el burka, el terror, y eso no lo nota.
Le falta el relax, el descanso, lo necesita, pero le falta la pobreza, el hambre, la necesidad.
Le falta el 90-60-90, puede medirlo, pero le falta la enfermedad, no sabe valorarlo.
¿Que qué le falta?
Le faltan los ojos, pero le sobran las lágrimas.
¿Que más le falta?
Le faltan los oídos, pero le sobran los lamentos.
Mide lo que le falta para tocar el cielo, pero no ve lo alto que ya ha llegado.


PD: Gracias Rocío por animarme a escribir más.