martes, 31 de julio de 2007

La derrota es la semilla de la victoria

Noto la brisa en mi pelo, esa brisa que anuncia lo que tantas veces he visto llegar. Me doy la vuelta y la contemplo a la cara. Una pared de fuego se acerca inexorable, sin señales de sentir compasión por un minúsculo e intrascendente punto animado. Un punto vivo, con sentimientos, pero incapaz de salvarse a sí mismo; no está en peligro, sino condenado.
Nunca he salvado mi vida, nunca me ha parecido oportuno; pero siempre he sobrevivido a la muerte. He estado ahí, me he desvanecido de aquí, pero al final siempre mis cenizas han tenido un ferviente sentido de unidad. Soy perecedero y a la vez inevitable. La vida me pinta con lápiz para borrarme con facilidad, pero sólo lo hace para corregirme, para volver a pintarme con menos defectos. La derrota es la semilla de la victoria, y toda la mierda que la rodea, el abono para que crezca fuerte y saludable.
Por eso ahora, los últimos impulsos nerviosos que circulan por mi mente son para recordar quién soy, cavilar en quién seré en la próxima vida. Y en el último momento antes del fatal, un orgullo parte de mi corazón en dirección a todo el resto del cuerpo. Un orgullo destinado a morir con la cabeza alta y el puño levantado. Porque ahora que sé que no hay nada por lo que luchar, sé que no tengo nada que perder y puedo darlo todo, hacer un último y soberbio esfuerzo para demostrar que acabar conmigo no pondrá fin a mi vida... la derrota me hace invencible.

lunes, 30 de julio de 2007

Nada

Supongamos un estadio de fútbol (incluyendo gradas), cualquiera de cualquier equipo de la LFP. Ahora bien, en el centro del campo, supongamos una mancha de un par de milímetros o tres. Esto es una imagen a escala del tamaño de un átomo (el estadio) comparado con el tamaño de su núcleo (el punto de dos milímetros). A menudo decimos que la materia se compone de átomos. En realidad, eso depende de qué entendemos por "materia".
Efectivamente, los objetos de nuestro entorno están hechos de átomos, pero éstos a su vez están compuestos de partículas más pequeñas y vacío. Siguiendo con la imagen del estadio, los electrones se encuentran en las gradas, saltando de un asiento a otro, de vez en cuando algún espontáneo que salta al campo. Los electrones apenas tienen masa. La masa, lo que reconocemos como "materia" cuando le pegamos una patada a un balón, se concentra casi en su totalidad en el núcleo; la mancha de dos milímetros. Aparte de eso, el resto del espacio del átomo está vacío.
Casi toda la materia del átomo se concentra en una parte mil millones de millones de veces menor que su volumen. La materia por tanto, está hecha de puntos muy pequeños y densos (los núcleos) y vacío, sobre todo. El monitor en el que lees esto, el servidor donde se guarda en Internet, la silla en la que te sientas, el suelo sobre el que andas, el vaso del que bebes, lo que bebes, tú, yo ... todo lo que existe, está compuesto, principalmente, de nada.

viernes, 27 de julio de 2007

Cuadros de la guerra

Estoy en esta guerra porque tengo enemigos. El odio, más allá de expresión, se encarna aquí en misiones, batallas... El odio que nos hace matar a alguien que no conocemos, sin mediar siquiera palabra. Su pecado, cruzar por donde pasan nuestras balas. Ni siquiera nos preguntamos cómo se llaman, a qué se dedican, cómo son sus familias. Igual ellos ignoran cómo me llamo yo, cual fue la primera palabra que dije, qué comí la última noche antes de esta guerra.
El barro es mi enemigo. Mientras el plomo llueve, el barro intenta mantenerme pegado al lugar, hacerme un blanco perfecto. Mi pierna no puede soltarse, algo la agarra. Miro abajo, en mi desesperación por correr hacia delante. Es una mano que me sostiene la pierna. Una cabeza, del mismo cuerpo, enterrado en el lodo, me mira y me pide ayuda sin palabras. Tiro del brazo y lo saco, su vestimenta cubierta de barro. Limpio su manga, buscando su insignia, y me doy cuenta de que no es de los míos. Lo dejo caer al suelo, no hablo su idioma, pero el fusil si lo hace. Me marcho del lugar, pensando aún en mi vida o lo poco que le queda. Sólo es una víctima más, he sido asesino tantas veces que ya sólo sería novedad que me mataran a mí.
El sudor es mi enemigo. Intento apuntar al casco, independientemente de lo que haya dentro. Pero repentinamente una niebla cubre el visor de mi arma. Me despego, limpio el cristal, y vuelvo a colocarme. No hay manera. Me despego de nuevo, limpio más enérgicamente. Y ya sólo se ve blanco. Entonces se me ocurre limpiar el otro lado del catalejo, y cuando acerco la mano, noto una brisa desde abajo. Sobre los sacos de la trinchera, uno de los míos yace agonizante, con los ojos apuntando al infinito, el arma desvanecida a su lado, colgando de una mano inanimada. La misión es la misión, me aparto de él, desde un lugar donde pueda apuntar mejor. No es un buen momento para salvar vidas cuando las órdenes indican que hay que quitarlas.
La sangre es mi enemigo. Verdes y marrones son los colores de camuflaje. Y el rojo camufla mi muerte. No soy capaz de distinguir si la sangre que me cubre es la de otros o la mía. Sólo se decir que la mancha que hay en mi costado no ha parado de crecer en la última hora. Quizás, ahora que la sangre ya no me llega a la cabeza, sea un buen momento para pararse a descansar. Clavo el fusil y sobre él, se sienta mi casco. Yo caigo al suelo, a reunirme con el barro del que me creó un Dios que mira para otro lado cuando se da cuenta de que sus hijos, que son ya mayores para no saber hablar, se dan de bofetadas. Mi enemigo el sudor, sólo es la señal de que estoy cansado, de matar, de robar almas, de sentirme orgulloso de hacer aquello que será lo último que me hagan. Mi enemigo el barro es el intento desesperado de la madre tierra por parar esta locura, su forma de hablar, de gritar ¡BASTA!, eso que nadie se atreve a decir. Todo fue un gran error. Un gran error. No sé ya si deliro, o veo dos figuras borrosas, que me golpean con un palo. Me muevo un poco para decir que estoy vivo aún, no se si erróneamente. Quizás sean personas como yo, pero del bando contrario. Tengo enemigos porque estoy en esta guerra.

jueves, 26 de julio de 2007

Surrealismo

Veo una mujer deslumbrante en el andén. Deslumbrante, en la oscuridad de la estación, sosteniendo un bolso marrón graciosamente delante suya con las dos manos, y mirando a algún punto del extremo del tren. Sin dejar de mirar, comienza a alejarse hacia el extremo contrario. El reloj que cuelga sobre su cabeza la sigue, así como el banco que hay detrás. Al principio lento, pero luego rápido. Se desplaza, pero no se mueve. Sigue mirando al impasible infinito impasible desde las imposibles profundidades de su mundo apasionado.
El propio túnel de la estación se mueve atraído por ella, hasta que ya no queda estación y sólo túnel oscuro, de una sola vía. Y cuando ya no queda más túnel, los postes corren desesperados a encontrarse con ella, arrastrando los cables. En el fondo, los coches, algunos corren más deprisa, otros más lentos. Los edificios, los que están cerca del tren corren muy deprisa. ¡Da vértigo! Y los que están más lejos van más lento, pero van. Entonces una voz dice por el altavoz "Próxima parada que se acerca: San Andrés, Next stop approaching, San Andrés". Y San Andrés, que se acerca corriendo, comienza a frenar y se para a curiosear el tren. Y todos los edificios, postes, cables, personas, coches... dejan de perseguir a la chica del bolso. Entonces, por la otra vía, un tren regional aprovecha el despiste de los demás y pasa al lado del cercanías, recuperando puestos a una velocidad endiablada. San Andrés primero, y todos los demás luego, se espabilan, y se lanzan a la persecución del regional. Al final, la ciudad de Málaga al completo sobrepasa mi tren, que se vuelve a contemplarla por última vez.
Y más allá de Málaga, el polígono, campos, más campos, el aeropuerto. Sólo un avión logra escapar a la atracción de la chica del bolso. Levanta el vuelo, aleteando hasta convertirse en un punto perdido en la nube de contaminación. La libertad de volar (a menos que sea uno de los vuelos de la CIA, en cuyo caso te lo has buscado tu solito).
Cada vez, todo es más oscuro, y el mundo se hace menos y menos real. Al final todo ennegrece.
La chica del bolso marrón sigue en el andén, mirando al infinito, pero el reloj marca cuatro horas más tarde. En mi mano tres papeles: "Sanción de 5.50 €. Motivo: Abono irregular. A pagar antes de 15 días".

lunes, 23 de julio de 2007

Chica difícil

- Entonces, ¿te apetece salir esta tarde?
- No
- ¿Ni mañana?
- No
- No sé, algún día, cualquiera, un rato aunque sea
- No
- Vaya por Dios. ¿Y me puedes decir cuál es el motivo de tanta rotundidad?
- No
- ¿No me das más pistas?
- No
- ¡Venga si nos conocemos desde hace mucho, al menos dime algo!
- No
- ¿Puedes cambiar el "no" por el "negativo" o cualquier cosa que signifique lo mismo pero sea diferente?
- No
- Si te pregunto cualquier otra cosa, ¿me responderás sinceramente?
- No
- Por ejemplo... supongamos que estoy en peligro, y nadie puede salvarme excepto tú, y además no tendrías ni que despeinarte para hacerlo. ¿Lo harías?
- No
- Vaya, es descorazonador, ¿no te parece?
- No
- ¿Es porque hago demasiadas preguntas?
- No
- ¿Porque tengo paciencia y no me canso?
- No
- ¿Porque tengo en mi cabeza cosas extrañas como esta conversación?
- No
- Me puedo pasar horas preguntando y no daré con la respuesta. En fin...
- No
- ¿Piensas que me voy a rendir tan fácil?
- ...
- ¿...?
- Sí
- Ains!

viernes, 20 de julio de 2007

¿Quién habla en nombre de la Tierra?

Nuevamente publico una traducción de un texto de Carl Sagan. Es bastante extenso, así que no lo voy a poner todo aquí, si os interesa (si te interesa, dudo que esto lo lea más de una persona), podéis seguir leyéndolo en el link que viene más abajo. Cabe destacar de este texto, que algunos datos están desfasados (acerca de la guerra nuclear, o de lo lejos que han llegado las naves espaciales), pues este texto es de principios de los 80, en plena Guerra Fría. Sin más:

¿Quién habla en nombre de la Tierra? (Último capítulo de Cosmos: a personal voyage)

La civilización, actualmente en peligro, es toda la humanidad. Como los antiguos contadores de mitos sabían, somos hijos de la tierra y del cielo por igual. En nuestro dominio del planeta, hemos acumulado un peligroso equipaje evolucionario -propensión por la agresión y el ritualismo, sumisión a los líderes, hostilidad a los extranjeros, todo lo cual pone nuestra supervivencia en entredicho. También hemos adquirido compasión por los otros, amor a nuestros hijos, un deseo de aprender de la historia y la experiencia, y una grandiosa y elevada inteligencia, las herramientas más evidentes para nuestra supervivencia y prosperidad.

Qué aspectos de nuestra naturaleza prevalecerán, es algo incierto, sobre todo cuando nuestra visión y perspectiva del mundo se limita a una pequeña parte del pequeño planeta tierra. Pero, allá arriba, en el cosmos, una ineludible perspectiva espera. Las fronteras no son evidentes cuando vemos la tierra desde el espacio. El fanatismo étnico o religioso o las identidades nacionales son un poco difíciles de justificar cuando vemos nuestro planeta como un creciente azul y frágil, desvaneciéndose hasta convertirse en un discreto punto de luz contra el bastión y ciudadela de las estrellas.

Aún no existen signos claros de inteligencia extraterrestre, y esto nos hace reflexionar si civilizaciones como la nuestra corren inevitablemente hacia la autodestrucción. Sueño acerca de ello... y a veces son sueños desagradables.

Enlace al artículo extendido
Enlace al vídeo en youtube

jueves, 19 de julio de 2007

Ahora que estoy forrao

Ahora que estoy forrao, el mundo de repente parece un lugar más lujoso y amable, todo el mundo me regala su sonrisa aunque yo ni le mire a la cara. Ahora que estoy forrao, aquellos que antes me consideraban escoria ahora no se atreven a mirar más arriba de mis lustrosos zapatos, y me tratan de "señor" sin añadir "por favor, márchese sin armar escándalo". Mi dinero es mi traje de etiqueta.
Ahora que estoy forrao, aquella que me encontraba repelente ahora de repente se abre de brazos cada vez que me ve por la calle esperando un abrazo de mi fortuna, mientras su mirada apunta decentemente a algún punto cerca de mi entrepierna, para ver mejor el bulto que forma la cartera en mi bolsillo. Claro que, ahora que estoy forrao... si tengo que comprar, las hay mejores. Mi dinero es mi atractivo.
Ahora que estoy forrao, las fronteras no son barreras, ni las aduanas impedimentos; los controles son un lugar donde dejar limosna y los cacheos, un grave problema para un empleado despistado. Ahora que estoy forrao puedo, si quiero, robar y forrarme más, porque la justicia es un artículo que puedo pagar. Mi dinero es mi abogado.
Ahora que estoy forrao, los focos me apuntan, mi vida es una historia apta para escribir biografías, y soy tan interesante que gente que no me conoce, habla de mí. Ahora que estoy forrao, soy un gran actor, cantante, escritor, gobernador, deportista, o lo que me dé la gana; siempre brillaré en aquello a lo que me dedique, como una moneda recién puesta en circulación. Mi dinero es mi obra.
Ahora que estoy forrao, veo el precio de las cosas. Todo tiene su precio, y yo me puedo permitir el respeto, la fama, la inmunidad... Los ideales, creencias, principios, sentimientos ... ninguno es un obstáculo para don Dinero. Veo también el precio de las personas, basta hacer una oferta jugosa para que se les haga la boca agua. Mi dinero es mi nueva mirada.

viernes, 6 de julio de 2007

Quince mil millones

Cuando hablas de tus sueños, no hablas sólo de imágenes y sonidos inconexos y absurdos; hablas de complejísimos procesos aún muy por encima de la comprensión de cualquiera que sueñe.

Cuando conduces tu coche, no sólo estás manejando un objeto de tu propiedad; consumes el trabajo en equipo de toda una especie, de su sociedad, industria, economía, historia ...

Cuando te conectas a Internet para leer esto, no sólo accedes a una red donde lo mismo podrías colaborar en causas humanitarias como fomentar contenidos criminales; estás observando el resultado de la suma de los productos de los intelectos más brillantes, que iluminaron miles de años de ciencia e ingeniería.

Y, cuando te miras al espejo, no sólo ves una esbelta e impresionante morena, o un anciano encorvado y encanecido, o una cincuentona vestida como una quinceañera que quisiera parecer mayor, o un desconocido con los ojos rasgados y la mente y los recuerdos fijados en el otro extremo del mundo, o un tipo que se dedica a observar y describir a los que le rodean en el tren; ves el producto de quince mil millones de años de evolución, desde la nada hasta un ser tan complejo y, a su manera, tan perfecto, que es capaz de soñar sin tener ni idea de cómo lo hace, de fabricar coches para desplazarse rápido o matarse de golpe, de ayudar o delinquir contra gente que nunca tendrá a menos de mil kilómetros de distancia, y sobre todo, de ver algo en un espejo y saber decir "eso soy yo".

lunes, 2 de julio de 2007

Un cuento titulado Igualdad

Érase una vez un país en el que casi todo el mundo tenía, desde su nacimiento, las mismas oportunidades. Vale que no tenía las mismas que el hijo del rey, el del conde de Nosequé o el del cardenal Nosecuantos. Pero desde luego, sus posibilidades eran iguales que las del hijo del vecino o el de la otra punta de la aldea. Y es que todos crecían igual que sus padres y sus abuelos, e igual que lo harían sus hijos. Todos recibían la misma formación y se les embutirían las mismas ideologías, miedos y aspiraciones. Así, todos eran campesinos. Alguno sabría más de cómo conducir un carro, otro de cómo arreglar las herraduras; pero esencialmente, eran personas muy similares. Estoy hablando, como ya habreis interpretado, de la Edad Media. Vale que me dejo de lado la sociedad estamental; pero es que la inmensa mayoría de la población pertenecía a un mismo estamento. En otras palabras, se trataba de una sociedad horizontal; varios estamentos, con una situación igualitaria para todos sus miembros.
Cientos de años más tarde; en la actualidad, soplan otros vientos. La igualdad, más que una realidad tangible, parece ser el ideal de una sociedad perfecta. Hay quienes pretenden una igualdad en todos los sentidos de la vida. Pero yo sólo apoyo un reducido conjunto de esa igualdad. La de oportunidades, porque todos merecemos las mismas oportunidades cuando nacemos (ricos, pobres, hombres, mujeres, los del país A, los del país B ...). Eso sí, conforme desarrollamos nuestras vidas, vamos perdiendo ese derecho, como respuesta a las acciones de las que somos responsables (que ahora me digan a mí que alguien que no tiene ni el graduado escolar, merece tener el mismo salario que yo ...) Y también estoy de acuerdo con la igualdad de derechos; aunque una vez más, con matices. Alguien que delinque, obviamente pierde su derecho a la libertad, en un grado proporcional al de su crimen.
Pero por todo lo demás, la sociedad y la especie humana sólo tienen un camino hacia el progreso: LA DIFERENCIACIÓN.
Y eso que digo, no es contranatura. Más bien al contrario; cada día estamos más diferenciados; sino, ¿por qué un abogado no es capaz de diseñar un microprocesador (hablamos del abogado medio, no del que se sacó derecho mientras suspendía teleco). Nuestra sociedad es la que es gracias a la diferenciación. Ya no somos todos campesinos. Somos ingenieros, abogados, pilotos, arquitectos ....
Sin embargo, en el sistema educativo, hay una grave lacra, que parece estar poniendo en peligro la diferenciación en el futuro. Y es la de equiparar a todos los alumnos; dejar que los más aventajados se aburran yendo al ritmo de los más lentos (o los que no muestran interés porque eso es lo que han aprendido en su casa); desmotivar la competencia, esa competencia que ha llevado a los logros que encumbran la evolución de la especie humana (la llegada a la Luna es mi ejemplo favorito). Y eso es algo que desde ya hay que arreglar.
Porque, ¿qué será de este país el día que la población esté compuesta de una mayoría que tiene la misma formación, la misma ideología, los mismos miedos y aspiraciones?