martes, 31 de julio de 2007

La derrota es la semilla de la victoria

Noto la brisa en mi pelo, esa brisa que anuncia lo que tantas veces he visto llegar. Me doy la vuelta y la contemplo a la cara. Una pared de fuego se acerca inexorable, sin señales de sentir compasión por un minúsculo e intrascendente punto animado. Un punto vivo, con sentimientos, pero incapaz de salvarse a sí mismo; no está en peligro, sino condenado.
Nunca he salvado mi vida, nunca me ha parecido oportuno; pero siempre he sobrevivido a la muerte. He estado ahí, me he desvanecido de aquí, pero al final siempre mis cenizas han tenido un ferviente sentido de unidad. Soy perecedero y a la vez inevitable. La vida me pinta con lápiz para borrarme con facilidad, pero sólo lo hace para corregirme, para volver a pintarme con menos defectos. La derrota es la semilla de la victoria, y toda la mierda que la rodea, el abono para que crezca fuerte y saludable.
Por eso ahora, los últimos impulsos nerviosos que circulan por mi mente son para recordar quién soy, cavilar en quién seré en la próxima vida. Y en el último momento antes del fatal, un orgullo parte de mi corazón en dirección a todo el resto del cuerpo. Un orgullo destinado a morir con la cabeza alta y el puño levantado. Porque ahora que sé que no hay nada por lo que luchar, sé que no tengo nada que perder y puedo darlo todo, hacer un último y soberbio esfuerzo para demostrar que acabar conmigo no pondrá fin a mi vida... la derrota me hace invencible.

No hay comentarios: