viernes, 21 de diciembre de 2007

Conocer mundo

Nueva York, Washington, Toronto, México DF, Managua, Río de Janeiro, Santiago de Chile, Buenos Aires, Ciudad del Cabo, Nairobi, Kampala, Dakar, Argel, Cairo, Madrid, Málaga, Lisboa, París, Berlín, Londres, Dublín, Oslo, Copenhague, Helsinki, Tallin, Riga, San Petersburgo, Moscú, Kiev, Ankara, Beirut, Jerusalén, Amman, Baghdad, Riyadh, Abu Dhabi, Dubai, Teheran, Islamabad, Nueva Delhi, Bangok, Kuala Lumpur, Jakarta, Manila, Taipei, Hong Kong, Pekín, Shanghai, Seúl, Tokio ....

No importa dónde hayas estado. No conocerás mundo si nunca te has preguntado "¿A dónde lleva ese camino?"...

jueves, 13 de diciembre de 2007

Miopía

Las nubes de colores están por todas partes. Algunas, dotadas de vida propia, se mueven de un sitio a otro, irregulares, impredecibles, a veces mudas, a veces locuaces. Algunas van en grupos, otras separadas, algunas me siguen, otras se interponen en mi camino. Algunas son enormes, tienen agujeros por los que se asoman, entran y salen las nubes vivas. Algunas están cerca, otras lejos, algunas con los pies en el suelo, otras volando en el cielo, anunciando la lluvia.
Y en toda esta nubosidad, en toda esta niebla, de repente apareció una cara con los bordes definidos y perfectos. Unas curvas bien dibujadas y precisas, todo un sueño que adquiría una realidad más real que la incertidumbre de las nubes.
¿De quién eran esos ojos marrones y nítidos que me miraban? ¿Quién era esa que no era una nube? Apareció de repente en un lugar que no supe distinguir, pues mis recuerdos son un poco borrosos. Pero cada línea de su faz atravesó mi cristalino y quedó gradaba en mi mente. Y al rato desapareció, de la misma forma rápida y nítida en que llegó.
Sólo entonces me dí cuenta de que el mundo no era un lugar borroso. Era yo el que veía mal. Sólo entonces supe que tenía miopía. Y me pusieron gafas.
Luego, dotado de una mejor vista, la busqué. Pero nunca más apareció. ¡Cómo lo iba a hacer entre tanta gente! Antes el mundo era un lugar más tranquilo; las nubes, yo. Luego ella. Y cuando no quería nadie más, de repente salieron todos de sus escondites borrosos. Personas, perros, gatos, coches, edificios, autobuses, trenes, más personas. ¡Mierda! A veces para ver lo importante es imprescindible no conocer todo lo demás.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Montados en una bomba

Hace falta valor, con todas sus letras, para entrar en una cabina de pocos metros cúbicos, en la cumbre de una torre de más de 100 metros de altura, cargada por completo con explosivos; algo más de dos millones de kilogramos de explosivos.
Estos datos corresponden a los cohetes Saturno V, usados en los años 60 para transportar tres personas hasta la Luna.
La llegada a la Luna fue uno de los grandes logros de la humanidad. Es la mayor demostración de nuestra ciencia y tecnología, y de lo que somos capaces de hacer como especie. Aquel día se demostró que la Humanidad no estaba condenada a desaparecer destruida por sí misma; que era capaz de salir fuera, explorar, expandirse.
Hay quien dice que el dinero invertido en los viajes espaciales es un malgasto puesto que la gente se muere de hambre en el tercer mundo. En mi opinión, este proyecto, aunque sólo consista en mandar un hombre a pasear a la Luna y volver, sin añadidos, merece una inversión. Mucho más que la ingente cantidad de dinero que se invierte en el mundo en religión, armas, burocracia ... Dinero hay, lo que pasa es que se despilfarra en tonterías.
Todo esto lo cuento para recordar lo que la ciencia, la tecnología y en general, el conocimiento, son unos bienes que debemos cuidar porque son de todos nosotros. El proyecto Apollo no es un logro sólo de EEUU. Es un logro de la humanidad. Sin embargo, los imbéciles del mundo se unen y despotrican contra él por el mero hecho de haber sido financiado por EEUU. Y peor aún son aquellos que lo ponen en duda. Un esfuerzo titánico, puesto en duda por una serie de pruebas que se caen por sí solas, o por creencias sin ningún tipo de fundamento.
Así visto, está muy justificada la respeusta que dio Buzz Aldrin a un individuo que llegó hasta él con una biblia en la mano diciendo reiteradamente "Jure por Dios que estuvo ahí". Su respuesta fue un puñetazo en la cara.

miércoles, 28 de noviembre de 2007

Inacabado

La perfección nunca puede ser alcanzada si algo no es ideal, y algo sólo es ideal mientras no sea real. Sólo aquello que está en nuestras mentes, nuestros proyectos, nuestros sueños o deseos, pueden ser perfectos.
Aquella historia que nunca fue... pero pudo haber sido perfecta. El viaje perfecto que nunca hay ni tiempo ni dinero para realizar. Por qué no decirlo, la mujer perfecta que nunca aparece, o si aparece está tan lejos que sus palabras no suenan desde esa distancia. La obra perfecta que nunca hay agallas de realizar, y en la que se acaban perdonando los defectos, ocultos en la sombra del "sólo los veo yo porque conozco todos sus detalles"...
La perfección. La perfección inalcanzable. La perfección de lo ideal. La perfección de lo inexistente. La perfección de lo inacabado.
En resumen, la perfección de lo inútil.... la inútil perfección.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Poder

Poder, esa es una de las grandes ambiciones del hombre, o de muchos de los hombres. Conseguirlo no es algo difícil. Sólo hay que darse cuenta de que se tiene, y ejercerlo.
Hoy gran parte de la humanidad vive en completa libertad, para pensar y decir lo que se quiera e incluso para hacer, siempre que no invada la libertad del vecino. ESO ES PODER.
Poder no es sacrificar la vida de uno mismo para dominar a los otros. Tantos tiranos dedicaron su vida a ser tiranos que murieron sin haber sido nunca persona. Nadie los recordará por sus buenos momentos, por sus recuerdos más alegres, por sus juergas ni por su primer amor. Quizás nunca vivieron eso. Se los recuerda por ser tiranos, por la sangre derramada, por el odio. Eran tanto ejecutores como víctimas de su propia ley. Una persona que no puede controlar su propia vida, carece de todo poder.
El verdadero poder, la fuerza que impulsa a la humanidad en la dirección del progreso -y sólo hay una dirección hacia el progreso- es aquel que ejercemos con nuestro día a día las personas libres. Aquellas que sabemos lo que queremos, sabemos lo que quiere la humanidad, y sabremos encontrar una forma de aportar algo a esa humanidad y cambiarla en beneficio propio. Unos estudiaremos y seremos ingenieros, médicos o abogados. Otros serán los barrenderos que mantengan limpias las ciudades, los fontaneros que eviten que nos trague el agua o los obreros que levantarán toneladas hacia el cielo. Cada uno haremos nuestra parte y lo haremos bien, porque sabemos lo que la sociedad necesita de nosotros y y lo que nos puede dar. Siendo humanos libres, la humanidad será lo que nosotros queremos que sea.
Ningún régimen dictatorial, ningún fanatismo ideológico, o religioso, ninguna doctrina absolutista, fascismo de izquierdas o de derechas, iguala el poder del individuo libre.
Podrán aplastar con sus tanques y sus guillotinas al individuo libre, sí, pero nunca superarán la prueba del tiempo. Las doctrinas se olvidan, pero la libertad es algo profundamente enraizado en nuestra naturaleza humana. Nunca quitarán esa idea de nuestra cabeza igual que nunca olvidaremos que tenemos dos ojos para ver la verdad, dos pies para avanzar por nuestro propio camino y dos manos para defender nuestra libertad.
Nosotros somos la generación que hereda el mundo en un momento en que la libertad de pensamiento está en entredicho. Debemos recordar el poder que reside en cada uno de nosotros. Somos los individuos comunes. Nuestro número comparado con el de los que ejercen el gobierno es, sin embargo, descomunal. Más les vale andarse con ojo.
Nosotros, todos los que pertenecemos a nuestra generación, dominamos el mundo. Cada uno de nosotros lo hace. No hemos tenido que ser Hitlers ni Stalines para que todos los días, millones de personas trabajen para nosotros. En todo caso, hemos tenido que trabajar un poco nosotros mismos, y encima nos han pagado por ello...
Y a diferencia de cualquier otro poder, el nuestro es mayor cuanto más compartido esté. Difundamos la palabra, contagiemos a los demás.
LA LIBERTAD ES PODER, EL PODER SOMOS NOSOTROS.

Dinero

Yo quiero dinero, mucho dinero. Tanto como pueda conseguir y aún querré más. Y no lo quiero por codicia, no quiero dinero para guardarlo y mirarlo, sino para gastar, gastar y gastar. Y seguir gastando.
Y aún cuanto más tenga, más querré. ¿Por qué lo sé? Porque veo que los que más tienen más quieren. ¿Por qué? Porque cuanto más ganan, mejor saben lo que el dinero les puede dar, y por eso quieren más. Por eso, yo quiero tener mucho dinero.
Derrochar, gastar, vivir, la fiesta, el lujo, la comodidad y luego seguir derrochando. El dinero no es droga, sino la metadona de los que persiguen el poder, la fama, la importancia. No hay fanatismo, locura, sed de poder, y tantos otros males, que el dinero no pueda paliar. Quemando billetes se apagan los mayores incendios.
No nos engañemos, el dinero sí da la felicidad. Podrán haber otros caminos a la misma felicidad, pero el dinero es uno de ellos, derrochado en la medida necesaria. Porque todo tiene un precio, y si me puedo permitir ese precio, entonces tendré todo lo que quiera, y podré ser feliz.
Y quien tiene y no es feliz, es porque no sabe aprovecharlo.


Y me lo debería dar a mí.

lunes, 29 de octubre de 2007

Los que se quedan

Decía Isaac Asimov que la vida es agradable, la muerte tranquila, pero que lo malo es la transición.
Yo creo que se olvidó de un tercer aspecto. Una persona tiene parte de su existencia en la conciencia de los que rodean y en los sentimientos de aquellos que les quieren.
Cuando una persona se va, esa transición sucede también en esa parte en las conciencias y en la existencia de los que le rodean. Pero en tal caso esa transición puede ser muy traumática.
Años después del suceso, de vez en cuando la memoria nos devuelve a ese momento de transición, los momentos de horror e incredulidad, y notamos entonces que las cosas han cambiado mucho a raíz de eso. Como una piedra que cae en un estanque, la muerte de una persona perturba la vida de los que le rodean. Las ondas siguen ahí, mucho después de que la piedra haya tocado el fondo.
Al final lo que queda de la persona es lo que los demás recuerdan de ella en vida. Eso debe ser el paraíso, vivir en los recuerdos, en los sentimientos de los seres queridos, para siempre. Ir con ellos donde ellos vayan, hablar con ellos en los sueños. En sí, es una forma de vida, quizás no consciente, pero por lo demás, completamente funcional.

miércoles, 24 de octubre de 2007

¿Por qué la Ley de Memoria Histórica hace que nos olvidemos de cosas?

Hace 80 años, que no son pocos, hubo una horrible guerra en España. Una sublevación militar acabó con un gobierno establecido, legítimo, pero tremendamente problemático. Si no hubiera sido por el golpe militar, se habría ido al garete de cualquier otro modo.
Pero no voy a entrar en esa discusión. Como digo, es algo que sucedió hace 80 años. No podría dar una opinión válida, pues por aquella época el mundo era un lugar muy diferente. Estados Unidos estaba encerrado en sí mismo con la Doctrina Truman, el nacional-socialismo (la doctrina de Hitler), el fascismo y el socialismo amenazaban a la democracia, refugiada en el Reino Unido. Ciertamente, dar un juicio moral sobre cualquier cosa sucedida en aquel mundo desde mi cómodo asiento en el mundo en que una noticia tarda milisegundos en cruzar el planeta, es una insensatez. Es la diferencia entre "historia" y "política".
Por eso digo, me parece muy bien que haya gente que le hubiera gustado que la República ganara la Guerra Civil, que insistan en que eran moralmente superiores y todas esas historias. Lo que ya no me parece bien, es que desahoguen sus frustraciones invirtiendo dinero público. Indirectamente, nos está señalando a todos como responsables de la falta de reconocimiento del bando republicano; y resulta que yo no soy responsable de algo que sucedió hace 80 años. ¿Por qué debería pagar por ello?A mí que no me señalen, yo soy inocente. Pagar a la Iglesia es opcional, eso me parece muy bien y estoy a favor; pero ¿por qué no debe ser opcional pagar por todos los proyectos del Gobierno que no me interesan?
Ahora bien, todo esto que digo, no justifica el título de esta entrada. Como digo, estamos en un mundo que se califica como "Aldea Global". No hay países lejanos, no hay gente rara, cualquier cosa que suceda en cualquier lugar a cualquier persona nos afecta a todos. Por eso pregunto yo ¿es que no hay suficientes problemas, no ya sólo en España, sino en el mundo como para preocuparnos de algo que sucedió hace 80 años?
Sería mucho más razonable que los diez minutos por edición de Telediario que se lleva la Ley de Memoria Histórica, se dedicaran a recordarnos la Crisis de Darfur, por ejemplo, que está sucediendo mientras escribo esto y lamentablemente seguirá sucediendo mientras tú lo lees.
¿Por qué debemos recordar que Eleuterio Gómez (nombre inventado, cualquier parecido con la realidad es pura casualidad) murió en una trinchera (matando a otras personas; por muy republicano y de izquierdas que fuera, a una guerra se va a lo que se va) y fue olvidado, y no recordar que aún podemos salvar la vida de Samira, una refugiada sudanesa que malvive en un campo de refugiados? ¿O es que la Ley de Memoria Histórica pretende que la vida de un español muerto hace ochenta años vale más que la de una sudanesa que seguramente morirá si el mundo no hace nada? ¿No es cierto que la Ley de Memoria Histórica es la Ley del Olvido del Presente?
Y eso por no hablar del dinero. ¡Cuánto bien podría hacer al mundo el dinero tirado en renombrar calles y tirar estatuas, en acabar con los restos históricos para reescribir la Historia! No quiero que mi dinero se invierta en eso, pero estaría dispuesto a dar el doble o más si supiera que ese dinero aliviará el sufrimiento presente y real de mis vecinos de la Aldea Global.
Con el Google Earth puedo ver los patios de sus casas (probadlo, Darfour viene destacado en Google Earth). Es evidente que están más cerca de mí que Eleuterio Gómez, en Paz descanse. Es evidente que su sufrimiento me afecta mucho más.
¿No es momento de dejar de gastar energías en debates que no llevan a ningún sitio (si en el Parlamento hablaran del olor de las nubes, serían igual de productivos que ahora y además, sin crispación) y tomar conciencia que vivimos en un mundo donde no estamos solos, donde la política es política internacional y no sólo interna? Quizás es que a más de un político le falta la capacidad intelectual necesaria para comprender cómo funciona un mundo globalizado.
O eso, o es que no acepta la Globalización, y prefiere separarlo en parcelas comunicadas sólo mediante una Alianza de Civilizaciones, sea lo que sea eso.

jueves, 4 de octubre de 2007

El camino de Valentina

- No estes tan serio tío, es Sábado noche.
Incluso en situaciones así era capaz de mantener el optimismo. Eso me terminaba de impresionar. Le dediqué una sonrisa.
- Si a ti no te importa, supongo que no debería importarme a mí tampoco.
- Claro que no
- Al menos sabemos que alguien por ahí se dará una fiestecita con tu dinero. Alegrémonos por él.
De nuevo soltó esa sonrisa forzada y a la vez natural, que tan contagiosa resultaba. Mis intenciones de consolarla se desmoronaban ante la ausencia de desconsuelo; no me dejaba margen para las caballerosidades.
- Bueno, al menos yo gano algo.
- ¿Ah sí? Qué ganas tú con que a mí me hayan robado todo. Mira que estabas cayendo bien...
- Llevas todo el día rechazando mis invitaciones. Ahora no te queda más remedio.
Cruce de miradas, silencio instantáneo y una carcajada.
- Vale, tu ganas.
- Yo siempre gano nena.
- No estés tan seguro.
Eso último no sabía si era bueno o malo, así que cambié el curso de la conversación.
- Y ¿sabes qué?
Hizo el gesto de preguntar "¿Qué?"
- Que tu y yo nos vamos a pegar una juerga más grande que el que te ha robado el bolso. Vamos a hacerle la competencia. ¿Qué, te apuntas?
No respondió, pero la expresión era de "veamos cómo te comportas". La noche iba a ser dura, muy dura...

sábado, 29 de septiembre de 2007

Caminos: Intro

Las nubes parecían muy bajas. Pasaban veloces delante de la luna llena, cubriéndola a veces por completo, para volver a descubrirla tras un velo de vapor y rodeada de un halo fantasmagórico. Me paré y dejé la maleta en el suelo, y me quedé de pie mirando el cielo.
Era uno de esos momentos de agradable soledad de los que no iba a disfrutar en mucho tiempo. En apenas cinco horas estaría rodeado de gente de cuya existencia no tenía noticias todavía. Pero en un par de días serían como personas conocidas de toda la vida, y estaríamos sorprendidos por cómo la vida había cruzado nuestros caminos.
Los últimos grillos del verano cantaban, sus cantos confundiéndose con los silbidos del viento de levante. Apagué el iPod; aquel momento tenía su propia música.

miércoles, 29 de agosto de 2007

Azufre

Conté uno a uno los fajos de billetes, y los billetes por cada fajo. Los expuse al ultravioleta, eran reales. Satisfecho, cerré las tres maletas. Quise felicitar a mi cliente por la compra, pero ya se había desvanecido. Me quedé solo en el pasillo, pensativo. Esta noche me acostaría, y mañana el mundo me reconocería como otra persona. Con una casa nueva, o mejor dicho, una mansión. Aunque para ello tendría que buscarme algo de compañía; por otro lado, tarea bastante fácil ahora que el trato estaba cerrado. No tendría ni que asimilar civilizadamente que ahora tenía un gran carisma y atractivo físico, que era una persona interesante con una vida apasionante, o lo que equivale a todo ello, que era tremendamente rico. Cualquier tontería que hiciera estaba públicamente aceptada, probablemente coreada por publicaciones populares. Mientras estas ideas me asaltaban caóticamente, empecé a arrastrar las maletas llenas de dinero hacia el salón. El calor y el olor a azufre aún impregnaban el pasillo.

sábado, 25 de agosto de 2007

Historia de este texto, y de un profundo aburrimiento

De repente una sensación de vacío me invadió, fulminante. En ese momento cruzaba la puerta de mi habitación con un vaso de horchata. Cayó desde el cielo como un rayo; se me hizo todo negro. Algunas imágenes parpadearon en alguna parte de mi mente, algunas risas resonaron cerca de esa parte y sentí una profundísima necesidad de comunicarme, de decir algo, no sé muy bien qué. Una sensación dolorosa de vacío, como si una mano invisible hubiese arrancado de mi cabeza la armonía de las dos de la madrugada.
Corrí, tan rápido como me permitía el vaso de horchata, hasta el ordenador, debidamente conectado a Internet y con la sesión de Messenger iniciada. No encontré nadie interesante y disponible. Vaya. Entonces empecé a escribir un email. Al principio no sabía a quién mandarlo, luego no sabía cómo empezar el mail, y al final no sabía ni de qué quería hablar. Así que vine aquí, a mi blog, a escribir sobre el asunto. Una vez que lo publiqué, mandé una copia del texto al mail de una amiga. Luego apagué el ordenador, un poco aliviado, pero no demasiado, como cuando uno tiene mucha hambre y toma algo para aliviar el dolor, pero sabe que aún no está saciado.
Apoyé la cabeza en la mesa y cerré los ojos. En la oscuridad, se me hizo claro. En algún momento de mi vida, a esa misma hora, probablemente en otro lugar, algo maravilloso había sucedido. Algo que había despertado inútilmente mi inconsciente, como los despertadores que suenan a las seis de la madrugada un domingo.

viernes, 24 de agosto de 2007

No busco

No buscaba las llaves, y las encontré por casualidad cuando estaba hablando por teléfono. No buscaba el teléfono cuando lo encontré por casualidad cuando veía la televisión. No buscaba el mando de la televisión cuando lo encontré por casualidad mientras me preparaba para salir. No buscaba mis zapatos, cuando los encontré por casualidad cuando contaba mi dinero. No busco la fortuna, ni la felicidad, ni el amor, ni la salud ...

martes, 31 de julio de 2007

La derrota es la semilla de la victoria

Noto la brisa en mi pelo, esa brisa que anuncia lo que tantas veces he visto llegar. Me doy la vuelta y la contemplo a la cara. Una pared de fuego se acerca inexorable, sin señales de sentir compasión por un minúsculo e intrascendente punto animado. Un punto vivo, con sentimientos, pero incapaz de salvarse a sí mismo; no está en peligro, sino condenado.
Nunca he salvado mi vida, nunca me ha parecido oportuno; pero siempre he sobrevivido a la muerte. He estado ahí, me he desvanecido de aquí, pero al final siempre mis cenizas han tenido un ferviente sentido de unidad. Soy perecedero y a la vez inevitable. La vida me pinta con lápiz para borrarme con facilidad, pero sólo lo hace para corregirme, para volver a pintarme con menos defectos. La derrota es la semilla de la victoria, y toda la mierda que la rodea, el abono para que crezca fuerte y saludable.
Por eso ahora, los últimos impulsos nerviosos que circulan por mi mente son para recordar quién soy, cavilar en quién seré en la próxima vida. Y en el último momento antes del fatal, un orgullo parte de mi corazón en dirección a todo el resto del cuerpo. Un orgullo destinado a morir con la cabeza alta y el puño levantado. Porque ahora que sé que no hay nada por lo que luchar, sé que no tengo nada que perder y puedo darlo todo, hacer un último y soberbio esfuerzo para demostrar que acabar conmigo no pondrá fin a mi vida... la derrota me hace invencible.

lunes, 30 de julio de 2007

Nada

Supongamos un estadio de fútbol (incluyendo gradas), cualquiera de cualquier equipo de la LFP. Ahora bien, en el centro del campo, supongamos una mancha de un par de milímetros o tres. Esto es una imagen a escala del tamaño de un átomo (el estadio) comparado con el tamaño de su núcleo (el punto de dos milímetros). A menudo decimos que la materia se compone de átomos. En realidad, eso depende de qué entendemos por "materia".
Efectivamente, los objetos de nuestro entorno están hechos de átomos, pero éstos a su vez están compuestos de partículas más pequeñas y vacío. Siguiendo con la imagen del estadio, los electrones se encuentran en las gradas, saltando de un asiento a otro, de vez en cuando algún espontáneo que salta al campo. Los electrones apenas tienen masa. La masa, lo que reconocemos como "materia" cuando le pegamos una patada a un balón, se concentra casi en su totalidad en el núcleo; la mancha de dos milímetros. Aparte de eso, el resto del espacio del átomo está vacío.
Casi toda la materia del átomo se concentra en una parte mil millones de millones de veces menor que su volumen. La materia por tanto, está hecha de puntos muy pequeños y densos (los núcleos) y vacío, sobre todo. El monitor en el que lees esto, el servidor donde se guarda en Internet, la silla en la que te sientas, el suelo sobre el que andas, el vaso del que bebes, lo que bebes, tú, yo ... todo lo que existe, está compuesto, principalmente, de nada.

viernes, 27 de julio de 2007

Cuadros de la guerra

Estoy en esta guerra porque tengo enemigos. El odio, más allá de expresión, se encarna aquí en misiones, batallas... El odio que nos hace matar a alguien que no conocemos, sin mediar siquiera palabra. Su pecado, cruzar por donde pasan nuestras balas. Ni siquiera nos preguntamos cómo se llaman, a qué se dedican, cómo son sus familias. Igual ellos ignoran cómo me llamo yo, cual fue la primera palabra que dije, qué comí la última noche antes de esta guerra.
El barro es mi enemigo. Mientras el plomo llueve, el barro intenta mantenerme pegado al lugar, hacerme un blanco perfecto. Mi pierna no puede soltarse, algo la agarra. Miro abajo, en mi desesperación por correr hacia delante. Es una mano que me sostiene la pierna. Una cabeza, del mismo cuerpo, enterrado en el lodo, me mira y me pide ayuda sin palabras. Tiro del brazo y lo saco, su vestimenta cubierta de barro. Limpio su manga, buscando su insignia, y me doy cuenta de que no es de los míos. Lo dejo caer al suelo, no hablo su idioma, pero el fusil si lo hace. Me marcho del lugar, pensando aún en mi vida o lo poco que le queda. Sólo es una víctima más, he sido asesino tantas veces que ya sólo sería novedad que me mataran a mí.
El sudor es mi enemigo. Intento apuntar al casco, independientemente de lo que haya dentro. Pero repentinamente una niebla cubre el visor de mi arma. Me despego, limpio el cristal, y vuelvo a colocarme. No hay manera. Me despego de nuevo, limpio más enérgicamente. Y ya sólo se ve blanco. Entonces se me ocurre limpiar el otro lado del catalejo, y cuando acerco la mano, noto una brisa desde abajo. Sobre los sacos de la trinchera, uno de los míos yace agonizante, con los ojos apuntando al infinito, el arma desvanecida a su lado, colgando de una mano inanimada. La misión es la misión, me aparto de él, desde un lugar donde pueda apuntar mejor. No es un buen momento para salvar vidas cuando las órdenes indican que hay que quitarlas.
La sangre es mi enemigo. Verdes y marrones son los colores de camuflaje. Y el rojo camufla mi muerte. No soy capaz de distinguir si la sangre que me cubre es la de otros o la mía. Sólo se decir que la mancha que hay en mi costado no ha parado de crecer en la última hora. Quizás, ahora que la sangre ya no me llega a la cabeza, sea un buen momento para pararse a descansar. Clavo el fusil y sobre él, se sienta mi casco. Yo caigo al suelo, a reunirme con el barro del que me creó un Dios que mira para otro lado cuando se da cuenta de que sus hijos, que son ya mayores para no saber hablar, se dan de bofetadas. Mi enemigo el sudor, sólo es la señal de que estoy cansado, de matar, de robar almas, de sentirme orgulloso de hacer aquello que será lo último que me hagan. Mi enemigo el barro es el intento desesperado de la madre tierra por parar esta locura, su forma de hablar, de gritar ¡BASTA!, eso que nadie se atreve a decir. Todo fue un gran error. Un gran error. No sé ya si deliro, o veo dos figuras borrosas, que me golpean con un palo. Me muevo un poco para decir que estoy vivo aún, no se si erróneamente. Quizás sean personas como yo, pero del bando contrario. Tengo enemigos porque estoy en esta guerra.

jueves, 26 de julio de 2007

Surrealismo

Veo una mujer deslumbrante en el andén. Deslumbrante, en la oscuridad de la estación, sosteniendo un bolso marrón graciosamente delante suya con las dos manos, y mirando a algún punto del extremo del tren. Sin dejar de mirar, comienza a alejarse hacia el extremo contrario. El reloj que cuelga sobre su cabeza la sigue, así como el banco que hay detrás. Al principio lento, pero luego rápido. Se desplaza, pero no se mueve. Sigue mirando al impasible infinito impasible desde las imposibles profundidades de su mundo apasionado.
El propio túnel de la estación se mueve atraído por ella, hasta que ya no queda estación y sólo túnel oscuro, de una sola vía. Y cuando ya no queda más túnel, los postes corren desesperados a encontrarse con ella, arrastrando los cables. En el fondo, los coches, algunos corren más deprisa, otros más lentos. Los edificios, los que están cerca del tren corren muy deprisa. ¡Da vértigo! Y los que están más lejos van más lento, pero van. Entonces una voz dice por el altavoz "Próxima parada que se acerca: San Andrés, Next stop approaching, San Andrés". Y San Andrés, que se acerca corriendo, comienza a frenar y se para a curiosear el tren. Y todos los edificios, postes, cables, personas, coches... dejan de perseguir a la chica del bolso. Entonces, por la otra vía, un tren regional aprovecha el despiste de los demás y pasa al lado del cercanías, recuperando puestos a una velocidad endiablada. San Andrés primero, y todos los demás luego, se espabilan, y se lanzan a la persecución del regional. Al final, la ciudad de Málaga al completo sobrepasa mi tren, que se vuelve a contemplarla por última vez.
Y más allá de Málaga, el polígono, campos, más campos, el aeropuerto. Sólo un avión logra escapar a la atracción de la chica del bolso. Levanta el vuelo, aleteando hasta convertirse en un punto perdido en la nube de contaminación. La libertad de volar (a menos que sea uno de los vuelos de la CIA, en cuyo caso te lo has buscado tu solito).
Cada vez, todo es más oscuro, y el mundo se hace menos y menos real. Al final todo ennegrece.
La chica del bolso marrón sigue en el andén, mirando al infinito, pero el reloj marca cuatro horas más tarde. En mi mano tres papeles: "Sanción de 5.50 €. Motivo: Abono irregular. A pagar antes de 15 días".

lunes, 23 de julio de 2007

Chica difícil

- Entonces, ¿te apetece salir esta tarde?
- No
- ¿Ni mañana?
- No
- No sé, algún día, cualquiera, un rato aunque sea
- No
- Vaya por Dios. ¿Y me puedes decir cuál es el motivo de tanta rotundidad?
- No
- ¿No me das más pistas?
- No
- ¡Venga si nos conocemos desde hace mucho, al menos dime algo!
- No
- ¿Puedes cambiar el "no" por el "negativo" o cualquier cosa que signifique lo mismo pero sea diferente?
- No
- Si te pregunto cualquier otra cosa, ¿me responderás sinceramente?
- No
- Por ejemplo... supongamos que estoy en peligro, y nadie puede salvarme excepto tú, y además no tendrías ni que despeinarte para hacerlo. ¿Lo harías?
- No
- Vaya, es descorazonador, ¿no te parece?
- No
- ¿Es porque hago demasiadas preguntas?
- No
- ¿Porque tengo paciencia y no me canso?
- No
- ¿Porque tengo en mi cabeza cosas extrañas como esta conversación?
- No
- Me puedo pasar horas preguntando y no daré con la respuesta. En fin...
- No
- ¿Piensas que me voy a rendir tan fácil?
- ...
- ¿...?
- Sí
- Ains!

viernes, 20 de julio de 2007

¿Quién habla en nombre de la Tierra?

Nuevamente publico una traducción de un texto de Carl Sagan. Es bastante extenso, así que no lo voy a poner todo aquí, si os interesa (si te interesa, dudo que esto lo lea más de una persona), podéis seguir leyéndolo en el link que viene más abajo. Cabe destacar de este texto, que algunos datos están desfasados (acerca de la guerra nuclear, o de lo lejos que han llegado las naves espaciales), pues este texto es de principios de los 80, en plena Guerra Fría. Sin más:

¿Quién habla en nombre de la Tierra? (Último capítulo de Cosmos: a personal voyage)

La civilización, actualmente en peligro, es toda la humanidad. Como los antiguos contadores de mitos sabían, somos hijos de la tierra y del cielo por igual. En nuestro dominio del planeta, hemos acumulado un peligroso equipaje evolucionario -propensión por la agresión y el ritualismo, sumisión a los líderes, hostilidad a los extranjeros, todo lo cual pone nuestra supervivencia en entredicho. También hemos adquirido compasión por los otros, amor a nuestros hijos, un deseo de aprender de la historia y la experiencia, y una grandiosa y elevada inteligencia, las herramientas más evidentes para nuestra supervivencia y prosperidad.

Qué aspectos de nuestra naturaleza prevalecerán, es algo incierto, sobre todo cuando nuestra visión y perspectiva del mundo se limita a una pequeña parte del pequeño planeta tierra. Pero, allá arriba, en el cosmos, una ineludible perspectiva espera. Las fronteras no son evidentes cuando vemos la tierra desde el espacio. El fanatismo étnico o religioso o las identidades nacionales son un poco difíciles de justificar cuando vemos nuestro planeta como un creciente azul y frágil, desvaneciéndose hasta convertirse en un discreto punto de luz contra el bastión y ciudadela de las estrellas.

Aún no existen signos claros de inteligencia extraterrestre, y esto nos hace reflexionar si civilizaciones como la nuestra corren inevitablemente hacia la autodestrucción. Sueño acerca de ello... y a veces son sueños desagradables.

Enlace al artículo extendido
Enlace al vídeo en youtube

jueves, 19 de julio de 2007

Ahora que estoy forrao

Ahora que estoy forrao, el mundo de repente parece un lugar más lujoso y amable, todo el mundo me regala su sonrisa aunque yo ni le mire a la cara. Ahora que estoy forrao, aquellos que antes me consideraban escoria ahora no se atreven a mirar más arriba de mis lustrosos zapatos, y me tratan de "señor" sin añadir "por favor, márchese sin armar escándalo". Mi dinero es mi traje de etiqueta.
Ahora que estoy forrao, aquella que me encontraba repelente ahora de repente se abre de brazos cada vez que me ve por la calle esperando un abrazo de mi fortuna, mientras su mirada apunta decentemente a algún punto cerca de mi entrepierna, para ver mejor el bulto que forma la cartera en mi bolsillo. Claro que, ahora que estoy forrao... si tengo que comprar, las hay mejores. Mi dinero es mi atractivo.
Ahora que estoy forrao, las fronteras no son barreras, ni las aduanas impedimentos; los controles son un lugar donde dejar limosna y los cacheos, un grave problema para un empleado despistado. Ahora que estoy forrao puedo, si quiero, robar y forrarme más, porque la justicia es un artículo que puedo pagar. Mi dinero es mi abogado.
Ahora que estoy forrao, los focos me apuntan, mi vida es una historia apta para escribir biografías, y soy tan interesante que gente que no me conoce, habla de mí. Ahora que estoy forrao, soy un gran actor, cantante, escritor, gobernador, deportista, o lo que me dé la gana; siempre brillaré en aquello a lo que me dedique, como una moneda recién puesta en circulación. Mi dinero es mi obra.
Ahora que estoy forrao, veo el precio de las cosas. Todo tiene su precio, y yo me puedo permitir el respeto, la fama, la inmunidad... Los ideales, creencias, principios, sentimientos ... ninguno es un obstáculo para don Dinero. Veo también el precio de las personas, basta hacer una oferta jugosa para que se les haga la boca agua. Mi dinero es mi nueva mirada.

viernes, 6 de julio de 2007

Quince mil millones

Cuando hablas de tus sueños, no hablas sólo de imágenes y sonidos inconexos y absurdos; hablas de complejísimos procesos aún muy por encima de la comprensión de cualquiera que sueñe.

Cuando conduces tu coche, no sólo estás manejando un objeto de tu propiedad; consumes el trabajo en equipo de toda una especie, de su sociedad, industria, economía, historia ...

Cuando te conectas a Internet para leer esto, no sólo accedes a una red donde lo mismo podrías colaborar en causas humanitarias como fomentar contenidos criminales; estás observando el resultado de la suma de los productos de los intelectos más brillantes, que iluminaron miles de años de ciencia e ingeniería.

Y, cuando te miras al espejo, no sólo ves una esbelta e impresionante morena, o un anciano encorvado y encanecido, o una cincuentona vestida como una quinceañera que quisiera parecer mayor, o un desconocido con los ojos rasgados y la mente y los recuerdos fijados en el otro extremo del mundo, o un tipo que se dedica a observar y describir a los que le rodean en el tren; ves el producto de quince mil millones de años de evolución, desde la nada hasta un ser tan complejo y, a su manera, tan perfecto, que es capaz de soñar sin tener ni idea de cómo lo hace, de fabricar coches para desplazarse rápido o matarse de golpe, de ayudar o delinquir contra gente que nunca tendrá a menos de mil kilómetros de distancia, y sobre todo, de ver algo en un espejo y saber decir "eso soy yo".

lunes, 2 de julio de 2007

Un cuento titulado Igualdad

Érase una vez un país en el que casi todo el mundo tenía, desde su nacimiento, las mismas oportunidades. Vale que no tenía las mismas que el hijo del rey, el del conde de Nosequé o el del cardenal Nosecuantos. Pero desde luego, sus posibilidades eran iguales que las del hijo del vecino o el de la otra punta de la aldea. Y es que todos crecían igual que sus padres y sus abuelos, e igual que lo harían sus hijos. Todos recibían la misma formación y se les embutirían las mismas ideologías, miedos y aspiraciones. Así, todos eran campesinos. Alguno sabría más de cómo conducir un carro, otro de cómo arreglar las herraduras; pero esencialmente, eran personas muy similares. Estoy hablando, como ya habreis interpretado, de la Edad Media. Vale que me dejo de lado la sociedad estamental; pero es que la inmensa mayoría de la población pertenecía a un mismo estamento. En otras palabras, se trataba de una sociedad horizontal; varios estamentos, con una situación igualitaria para todos sus miembros.
Cientos de años más tarde; en la actualidad, soplan otros vientos. La igualdad, más que una realidad tangible, parece ser el ideal de una sociedad perfecta. Hay quienes pretenden una igualdad en todos los sentidos de la vida. Pero yo sólo apoyo un reducido conjunto de esa igualdad. La de oportunidades, porque todos merecemos las mismas oportunidades cuando nacemos (ricos, pobres, hombres, mujeres, los del país A, los del país B ...). Eso sí, conforme desarrollamos nuestras vidas, vamos perdiendo ese derecho, como respuesta a las acciones de las que somos responsables (que ahora me digan a mí que alguien que no tiene ni el graduado escolar, merece tener el mismo salario que yo ...) Y también estoy de acuerdo con la igualdad de derechos; aunque una vez más, con matices. Alguien que delinque, obviamente pierde su derecho a la libertad, en un grado proporcional al de su crimen.
Pero por todo lo demás, la sociedad y la especie humana sólo tienen un camino hacia el progreso: LA DIFERENCIACIÓN.
Y eso que digo, no es contranatura. Más bien al contrario; cada día estamos más diferenciados; sino, ¿por qué un abogado no es capaz de diseñar un microprocesador (hablamos del abogado medio, no del que se sacó derecho mientras suspendía teleco). Nuestra sociedad es la que es gracias a la diferenciación. Ya no somos todos campesinos. Somos ingenieros, abogados, pilotos, arquitectos ....
Sin embargo, en el sistema educativo, hay una grave lacra, que parece estar poniendo en peligro la diferenciación en el futuro. Y es la de equiparar a todos los alumnos; dejar que los más aventajados se aburran yendo al ritmo de los más lentos (o los que no muestran interés porque eso es lo que han aprendido en su casa); desmotivar la competencia, esa competencia que ha llevado a los logros que encumbran la evolución de la especie humana (la llegada a la Luna es mi ejemplo favorito). Y eso es algo que desde ya hay que arreglar.
Porque, ¿qué será de este país el día que la población esté compuesta de una mayoría que tiene la misma formación, la misma ideología, los mismos miedos y aspiraciones?

jueves, 28 de junio de 2007

El Crimen

Faltaban dos minutos para la hora. Todos estarían nerviosos, así que nadie se percataría de mi presencia. Sigilosamente, bajé las escaleras del fondo, por donde nadie suele pasar. y entré en la habitación menos concurrida; apenas diez personas, y nadie me conocía. Bien, nadie (que importase) sabía que yo estaba ahí. Me quité la gorra y las gafas de sol. Ahora tenía que centrarme en lo que tenía entre manos. Ejecutar la sucia operación lo más rápida y disimuladamente posible, terminar pronto y marcharme del lugar sin ser reconocido.
Dos horas, de tres que tenía, me llevó perpetrar aquel horrible acto. Antes de dejar el ominoso documento sobre el montón, lo miré por última vez, sabiendo que volvería a ver aquella imagen en las pesadillas de los próximos días y semanas.
Recogí mis cosas, me cubrí la cara de nuevo y salí del escenario. No había testigos, nadie me había visto, no me podían vincular con aquello.
En cinco minutos rodaba por la carretera en un autobús público, rodeado de gente inocente que seguro no había pecado como yo acababa de hacer. Cuando pude, me lavé las manos, la cara, los pensamientos ...
Ya sólo quedaba esperar el día de la nota... eso, y un milagro que pudiese redimir mi alma de teleco en pena.

martes, 26 de junio de 2007

Pide más

A tus pies, el inicio del camino. Miras a los lados, no hay competencia. No miras atrás atrás, miras al frente; el horizonte, el lugar donde el destino toma la forma de todos tus deseos.
Se te ofrece la gloria, la posibilidad de escribir una historia épica, la posibilidad de un futuro que tendrá espacio en la historia del futuro, la posibilidad de pedir más. Se te ofrece un orbe con una etiqueta que dice "cómeme". Se te pide sólo que seas consciente, por tus propios medios, de que tienes esta oportunidad. Nadie te dirá "ahora es el momento", "ésta es la forma". Es tu oportunidad para elegir entre salir en busca del destino, de obtener lo mejor, de ser cada vez más grande.
O puedes conformarte con lo que eres, decidir que has alcanzado el techo de lo que quieres para ti, el momento más brillante de tu vida. Decidir que a partir de ahora ya no hay que crecer más, que es el momento de esperar que el destino decida, según su capricho qué cosas quiere darte, y tomarlo crudo.
Este mundo, todos los mundos, se mueven a hombros de gigantes. Pero todos, al nacer, somos igual de pequeños.
Decía Konrad Adenauer, padre de la Alemania democrática de la posguerra, que todos vivimos bajo el mismo cielo, pero que ninguno tenemos el mismo horizonte. ¿Cuál es tu horizonte?
Confórmate con lo que tienes, eso es sabio, pero nunca con lo que eres, con lo que puedes llegar a ser, con lo que eres capaz de hacer, de vivir.
Se más, haz más, vive más ... pide más.

sábado, 16 de junio de 2007

La vida en busca del descanso

El Lunes me despierto cinco veces antes de levantarme, desganado. Y al rato me acuerdo de ti. El Martes me despierto descansado y feliz, hasta que la radio me recuerda que es Martes. Y al rato me acuerdo de ti. El Miercoles me despierto con prisas para agotar el día y que sea de noche para tener el fin de semana más cerca. Y al rato me acuerdo de ti. El Jueves me despierto, simplemente. Y al rato me acuerdo de ti. El Viernes me despierto, y no me levanto, ¡salto de la cama!. Y al rato me acuerdo de ti. El Sábado me despiero, para vivir como un hombre libre. Y al rato me acuerdo de ti. El Domingo recupero la conciencia, resacoso. Y como comprenderás, al rato ni me acuerdo de ti ni del resto de la semana ni qué demonios hago en la parada del autobús.

martes, 22 de mayo de 2007

Jinete del desierto

Ella cabalga noche y día, incansable. Sigue a través del desierto, un camino invisible, quizá incluso errático. Es una mujer bella y fuerte, que lidia con el calor del día y el frío de la noche, los espejismos del camino y los bandidos de las montañas, con valor y con destreza. Su nombre es Amal.
La vida de Amal no es fácil. Se necesita una mente capaz de mantenerse fría bajo el sol más mortífero del mundo. Hace falta también conocer al desierto y para ello hay que amarlo, aun sintiendo su aridez y viendo su cara más horrenda. Se precisa el coraje para remontar una y otra vez las dunas que ceden bajo los cascos del caballo. Hay que tener la entereza necesaria para tirar del caballo cuando éste ha decidido pararse para morir, la fortaleza de poder seguir a pie si el animal fenece.
Pero lo que más necesita Amal en sus largos viajes, es agua. En el desierto, agua significa vida. Una gota de agua mide lo mismo que un diamante, pero su valor es infinitamente mayor. Mientras tenga agua, incluso si es una gota, ella sobrevivirá.
Cuánto tarda en llegar y por qué camino lo hace, eso se lo imponen el desierto y el destino. De dónde viene y a dónde va, es algo que no decide ella. Aunque te pueda sorprender, eso lo decides tú. Ella viene de un lugar donde está todo lo que tienes, y va a donde está todo lo que deseas. Es una mercader de sueños.
También está en tu mano el que ella sobreviva o no. Tú eres el que decide cuándo llueve en el desierto. Si dejas que llueva, Amal podrá recoger el agua y rellenar sus reservas. Si no, llegará un momento en que no podrá seguir adelante y ... bueno, el resto lo dejo a tu imaginación.
Tú, en cierto modo, eres el agua que bebe Amal. Es una mujer valerosa, pero recuerda que necesita de tu colaboración. Sólo debes desear que a ella le llegue el agua, y el agua le llegará. Y esperar; pues los viajes por el desierto no son fáciles ni cortos.

NOTA: Amal es un nombre árabe de mujer; su significado es "Esperanza"

domingo, 20 de mayo de 2007

El hombre que iba siempre a la derecha

Cuando uno coge todos los días el tren, ve muchas caras, que con el tiempo se vuelven habituales. A la mayoría de esas caras, uno no llega a ponerles voz, porque simplemente nunca les habla.
Entre esas caras mudas había un hombre. Usaba unas gafas de pasta marrones, que corregían los defectos de unos ojos también marrones. El tiempo había segado la mayor parte de su pelo, pero el que quedaba era intensamente negro. Durante todo el viaje, este personaje siempre leía. De vez en cuando miraba a la gente que entraba en las estaciones del camino. En resumen, era una persona modesta en la que nadie nunca se fijaría.
De no ser porque hace algún tiempo yo me senté justo en frente suya. Él estaba sentado en el asiento de la derecha, junto a la ventana. En todo el viaje, nadie se sentó a su lado. Incluso había gente de pie, pero nadie se dio cuenta del asiento libre. Yo apenas le di importancia al asunto, pero me pregunté qué tenía de repelente aquel hombre. En todo caso, podría ser parte del mobiliario, pero no un elemento molesto.
Al día siguiente él estaba sentado al lado de la puerta, en el asiento derecho. Yo me senté a varios metros, pero de vez en cuando eché un vistazo, y en ningún momento el asiento libre fue ocupado. Cuando llegamos a la última parada, el hombre salió el primero. Salió por el lado derecho de la puerta, y los demás viajeros salieron detrás de él y su hueco.
Día tras día, me fijé en que este hombre siempre iba a la derecha de un asiento libre. Incluso a veces me fijaba antes en el hueco y luego en el hombre, pobre e insignificante diablo.
Consiguió suscitar mi interés, tanto, que un día de esta semana, decidí seguirle después de salir del tren. En la bulliciosa muchedumbre de la estación, el personaje iba en un claro, como siempre, ligeramente desviado hacia la derecha.
Pasó por el segundo torniquete, y a su derecha pasaron otras dos personas, pero nadie salió por el que quedaba. Subiendo las escaleras mecánicas, se apoyó en el pasamanos del lado derecho. Una persona que subía con mucha prisa, adelantando a los demás, le pidió paso, y el hombre le dejó pasar por su derecha. El hueco apenas se redujo.
Ya en la calle, el vacío le rodeó por todos los lados, pero aun así, el hombre sorteaba los obstáculos a un metro, sólo si pasaba a la derecha de estos. El resto de la gente, de una manera u otra, respetaba aquella distancia. La repartidora del 20 minutos, la de ADN, la de Qué, la de Metro, la repartidora de publicidad, el hippie que repartía propaganda de IU... todos alargaban la mano para darle lo que tuvieran que darle sin acercársele.
Le seguí hasta que vi que entraba en un autobús, el número 25, que estaba ya medio lleno (según un pesimista) o medio vacío (según un optimista). Cuando la conductora le vio poniéndose a la cola, abrió las dos puertas, pues hasta entonces sólo estaba abierta la de la derecha. Sólo observé que subió por el lado de la derecha, picó su billete dos veces y se sentó al final del todo, en un asiento doble, de espaldas a la marcha. En el lado derecho y solo. Abrió de nuevo su libro y siguió leyendo, ajeno a que alguien le observaba. El autobús arrancó y se fue.
¿Qué o quién es ese hueco? ¿Un fantasma? Sea lo que sea, la clave está en el modesto personaje que siempre va a la derecha.
¿Qué creéis vosotros que es el hueco?

sábado, 19 de mayo de 2007

La ley del silencio

Hay demasiadas palabras prohibidas, demasiadas frases obscenas, de mal gusto, que uno no puede decir. Hay demasiadas expresiones incómodas, demasiados tabúes, demasiados prejuicios, demasiados juicios.
Hay demasiadas cosas que me gustaría decir, demasiadas páginas esperando ser legales. Demasiadas palabras que suenan dentro de mi cabeza para no tener que sonar en otros oídos. Demasiadas historias empiezan y terminan en mi mente; la más bella, la más fea, la más sincera, la más fantasiosa. Demasiadas promesas que la ley no me permite hacer. Es difícil no gastar las energías. Es difícil no esforzarse en hablar. Es la ley del silencio. Si fuera fácil no sería ley.

jueves, 17 de mayo de 2007

La importancia de existir

¿Qué es ser? Un árbol que cae en mitad de un bosque en el que nadie lo oye ¿hace ruido? No. Hace vibrar el aire; pero no produce ningún sonido, porque los sonidos son una sensación humana. Por tanto, un sonido que nadie oye no existe. Puede ser cualquier cosa, pero no un sonido.
Así mismo, ser implica ser conocido. Si nadie es testigo de nuestra existencia, entonces nunca habremos existido. Quizá esta idea inquietante nos lleva a buscar la compañía de los demás, tantos testigos de nuestra existencia como nos sea posible.
Necesitamos testigos de lo que decimos, para no hablar solos. De lo que sentimos, para que aquello que nos parece bello sea conocido, que no desaparezca entre las cosas que dejamos en el trastero de nuestro tiempo y que muy de vez en cuando volvemos a visitar. De donde viajamos, para que otros puedan encontrarnos si nos perdemos. De lo que escribimos, por pura vanidad.
Tú que lees esto, también lo escribes, porque si no lo leyeras, este texto estaría escrito, pero no existiría. Tú que visitas este blog, también lo actualizas con cierta frecuencia, aunque lo actualizas sólo cuando a mí me da la gana. Tú, si me conoces, haces que yo sea como soy, como quiera que sea contigo. Y si además sabes lo que siento, entonces haces que me sienta así; porque si no lo supieras entonces sería una idea más en mi cabeza, pululando todo el día de un lado para otro, buscando una forma de existir.

jueves, 3 de mayo de 2007

El torero chino

Valor. Este texto trata de eso, de valor.

Mirad esta foto obtenida el 5 de Junio de 1989 en la plaza de Tiananmen, en Pekín (China). Un hombre plantado de pie ante 4 tanques. Si bien hace poco hablaba de una foto también histórica que demostraba la pequeñez del hombre, esta demuestra lo grande que puede llegar a ser. Me pone los pelos de punta y me descubro ante uno de los mayores héroes que no conozco. No es una estatua, de hecho en grabaciones de video se ve que cuando uno de los tanques intenta esquivarlo, el hombre se mueve para seguir estando en frente.

¿Cuántos de vosotros estaría dispuesto a plantarse ante un toro, previo entrenamiento para poder evitar sus cuernos, sabiendo que os darán una cantidad ingente de dinero? Yo pienso que muchos, pero posiblemente seais sólo unos pocos. Ahora, ¿cuántos de vosotros estaría dispuesto a plantarse ante un tanque, sin ningún entrenamiento, con la firme decisión de no dejarle pasar si no es por encima de vosotros, sabiendo que lo más que os darán es un tiro en la cabeza?

Visto desde esta perspectiva, ¿no os parece un poco frívolo ejemplificar el valor con el oficio del torero? El valor es mucho más que espectáculo, es mucho más que tradición; mucho más que una tarde de toros. Es el arma, escudo y espíritu de la libertad. Los valientes no son los que actúan por su propio beneficio. Son los que, no teniendo en su mano nada más que valor, sea lo que sea eso, plantan cara a la injusticia, al mal.

De hecho, el torero chino al que hace alusión el título de este texto, no es el hombre de Tiananmen. Un torero esquiva, planifica cada golpe, conoce a fondo al toro, es más inteligente que él. El hombre de Tiananmen no esquiva, ataca; no tiene estrategia, sólo pasaba por ahí; no conoce a su enemigo, pero éste lo puede saber todo de él.

En la plaza de Tiananmen tenía lugar una corrida diferente. En estas corridas, el torero es todo poder que pretenda aplastar el espíritu humano. El toro es el Hombre Medio. Morirán muchos toros, pero un torero que no se retire, envejecerá, se hará mas lento y débil, y entonces en una mala jugada, no conseguirá esquivar los cuernos.

El hombre de Tiananmen, esa frágil y borrosa figura valientemente inmóvil ante mastodontes mecánicos cargados de muerte, es la demostración de que el Hombre Medio siempre pierde las batallas porque está peor armado, pero gana todas las guerras, porque está mejor dotado.

Más sobre la matanza de Tiananmen: enlace a Wikipedia

lunes, 23 de abril de 2007

El cuerpo de Luis Ramón del Bosque

Bajaba andando pensando en mis cosas cuando escuché la furgoneta acercarse y llamar mi atención con un bocinazo. Era un vecino. Me ofreció subir.
- ¿A dónde vas?
- Voy a Fuengirola
- Yo también voy, sube.
No tenía ganas, pero justo en ese momento pasó el tren, con cinco minutos de adelando, arrollando la excusa que hábilmente tenía preparada (y que más que excusa, era verdad). Subí.
-¿Qué tal?
-Bien, aquí, que iba a Fuengirola y te he visto.
-Sí, iba a ir en tren, pero parece que no funcionan muy bien.
Se hizo el silencio; a decir verdad, no sabía muy bien qué decir. A pesar de que era mi vecino nunca me había parado a hablar con él, y ahora tampoco sabía muy bien de qué hablar. Tampoco es que él fuera muy buen interlocutor. Éramos ambos personas calladas. Entonces mi vista topó, a través del retrovisor con un bulto negro que había en la parte trasera de la furgoneta. Me volví a ver qué era. Medía algo más de metro y medio, y de hecho tenía la inquietante forma de una persona. Volví a mirar al frente, aparentando no darle mayor importancia.
- Ha llovido mucho estos días ¿Verdad?
-Si, bastante. Tenía algunos asuntos pendientes, y no he podido hacer nada hasta hoy.
Volví a mirar hacia atrás. Como a mi vecino parecía no importarle. Esta vez miré atenta, detallada y descaradamente. Efectivamente, tenía la forma de una persona. Me fijé mejor y ví que desde un lado de la lona negra, asomaba lo que parecía un dedo. ¡Dios mío! ¿Dónde me había metido?
Uno siempre piensa que estas cosas sólo pasan en la televisión, en las películas, en las pesadillas y en los malos relatos, pero no sabe qué es vivir tan cerca de la muerte hasta que lo vive y teme por su propia vida. En los primeros segundos, justo cuando pude resolver que mi vida estaba en peligro, se me pasaron muchas ideas descabelladas por la cabeza, como saltar del coche o atacar a mi vecino antes de que lo hiciera él. Pero eran cosas que no podía hacer, pues estábamos en la carretera y a una velocidad considerable. Lo que más me llamaba la atención (despues del hecho de que mi vecino era un asesino) era que a él todo le traía sin cuidado. Seguía atento a la carretera. Admirable, si eres uno de los directores o altos cargos de la DGT, pero incomprensible para una persona normal. Empecé a sudar, a ponerme nervioso.
-¿Te pasa algo?
-¡NO! No, qué va. Sólo tengo un poco de calor. Pero estoy bien; ya sabes... yo estoy vivo.
Solté una risa nerviosa. Puso la cara que tantas veces pone la gente cuando cuento un chiste malo. Me agarré a la asa que había encima de mi ventana. Eso me protegería, o eso pensé en ese momento.
Al rato, mi vecino tomó una salida que no llevaba a Fuengirola. Esperé un momento, tomé aire.
-¿A dónde vamos?
-Ah, perdona, ¿no te importa que vayamos antes a un sitio? Tengo que ajustar unas cuentas.
-Unas cuentas, claro.
-No tardo nada. Desde luego menos que si fueras en tren. Entre esperarlo y lo que tarda en llegar... es mortal. ¿A que sí?
¿Alguien se atrevería a llevarle la contraria? Nos adentramos en una calle flanqueada por altos y oscuros árboles, que emergían sobre los muros de chalés ocultos y aislados, sin entradas visibles. Luego, los árboles y los chalés acababan, y llegamos a una enorme urbanización de la que sólo la mitad había empezado a construirse, aunque probablemente ya no quedaran propiedades en venta. Nos paramos frente a lo que algún día sería el Residencial Playa Lejana, llamado así probablemente por que estaba lejos de la playa. De momento era sólo un agujero de cuatro o cinco metros de profundidad. Paró el motor y me miró un instante.
-Vuelvo en un momento.
Sacó la llave y bajó del coche. Se fue a la puerta trasera de la furgoneta y buscó algo bajo la lona negra, algo así como una herramienta o similar. Luego la llevó a una caseta prefabricada que había cerca. Yo observé hasta que entró en ella. Y en ese momento me volví atrás para levantar la lona. No era fácil, pues no la tenía tan al alcance de la mano. Noté que aún me aprisionaba el cinturón de seguridad. Pero para cuando me lo hube quitado y me disponía a ir por el segundo asalto, ví que salía de la caseta. ¡Mierda! Rápidamente me reincorporé a mi asiento, llevándome por delante varios objetos que había colocados detrás del cambio de marchas. Me quedé con un papel en la mano, pero no tenía tiempo de soltarlo. Me puse el cinturón rápidamente. Tan aturdido estaba que no me daba cuenta de la estupidez de mi actitud, pues mi vencino podía darse cuenta perfectamente de mi alteración. Era evidente que ya debía saber que me había dado cuenta, y era evidente que tendría que deshacerse de mí de algún modo. Pero el cabrón era muy buen actor, pues realmente parecía que no supiera nada del tema.
-Mira, que he estado pensando, y creo que me bajo aquí y me voy andando. Quiero tomar un poco el aire.
Justo en ese momento cayó una gota gorda encima de la luna delantera. Y luego otra, y otras dos más. ¡Pero es que esto no iba a acabar nunca!
-Mejor te llevo yo.
-Visto lo visto...
Se me hizo eterno, pero al final llegamos a Fuengirola. No me moví de mi sitio en todo el camino. No solté mi rodilla derecha, que tenía cogida con la mano derecha, ni el anclaje del cinturón y el papel, que tenía cogidos con la mano izquierda.
-Bueno, ¿dónde te dejo?
No comprendía su estrategia. Me iba a dejar ir sin más. Quería confundirme y hacerme pensar que nada de lo que había visto era real. Lo tenía tan bien montado que podía permitirse testigos. No, mi cabeza no era capaz de dar con su táctica; pero seguro que era muy buena.
- Aquí mismo esta bien.
-Bien, yo también me bajo aquí cerca, así que si quieres te dejo un poco más...
-¡No! Déjame aquí, por favor. Y muchas gracias por el viaje.
-Como quieras.
Se paró y me bajé. Exactamente como si fuera un viaje normal y corriente. Me quedé quieto, viendo cómo se alejaba lentamente para pararse de nuevo unos cincuenta metros más adelante y aparcar. Me fui en la dirección contraria. Miré el papel, que aún no había soltado. Era una tarjeta de visita.

Maniquíes Luis Ramón del Bosque:
Realistas y de medidas naturales.
Fuengirola. Tlf: 95258xxxx Fax: 95258xxxx

viernes, 20 de abril de 2007

Estás hablando solo, Emil

Logré controlar mis nervios sin mucha dificultad, mostrarme seguro de mi mismo, de mis posibilidades y de los pingües beneficios que podrían obtener con mi ayuda. Supe responder bien a cada una de las preguntas que me hizo mi entrevistadora; de hecho hizo justamente las preguntas que tenía previsto que hiciera. Pero la última pregunta de la que tendría que ser mi futura jefa, la hizo con un tono un tanto enigmático.
-Disculpe, ¿me puede repetir su nombre?
-¿Cómo no? Mi nombre es Emil, E EME I ELE.
-Bien. Estás hablando solo, Emil.
Recogió sus papeles, se levantó sin mirarme y salió por una puerta que hasta ese momento no había visto.

La escena me dejó un tanto perplejo, así que, en todo el camino de vuelta, estuve dándole vueltas. Por eso, cuando el revisor del tren de cercanías, al cual conocía, me preguntó por mi vida, se la conté con pelos y también con señales. Me escuchó atentamente, esperando que terminara para darme su sabio consejo. Sin embargo, cuando hube callado, me miró con condescendencia y se levantó del asiento. Antes de cerrar la puerta que conducía al otro vagón, se dio la vuelta y me dijo
-Estas hablando solo, Emil.
No sé por qué, pero esta respuesta casi no me sorprendió. Algo en el aire me empujaba inevitablemente a que escuchara esa frase en ese momento.

Decidí despejarme un poco. Por ello, me bajé una estación antes de la mía, y fuí a visitar a un buen amigo a su trabajo. Esperé hasta la hora de su descanso, y nos fuimos a tomar el café de la media mañana. Hablamos de los otros colegas, de la falta de tiempo libre, de mujeres, de la posibilidad de salir el fin de semana... En fin, lo que se dice una agradable charla. Al final, se hizo el silencio. Puso sobre la mesa los ochenta céntimos de su café, se levantó, me miró un momento y me dijo:
-Estás hablando solo, Emil.
Me quedé pensativo unos cinco minutos. Finalmente, saqué mis ochenta céntimos y pagué la cuenta.

Y absorto seguía por la tarde, cuando la encontré. Esta vez fue ella la que me despertó de mis viajes por el mundo interior. Le conté que tenía un día extraño, pero no dí detalles. Todo esto comenzaba a tomar un cariz un tanto siniestro. Me contó su día, que se parecía al anterior y al siguiente. Cada vez la encontraba más complaciente. Tan complaciente, que cada vez me complacía menos. Pero a pesar de sus intentos de aparentar interés, nos quedamos sin tema de conversación. Y de nuevo el silencio tan característico de ese día. La miré atentamente, esperando que hablara. Ella evitó mirarme. Prefería mirar a algún punto perdido en el otro lado de la calle, o quizá a través de los edificios. Tiró el cigarrillo que tenía en las manos al suelo. Y como si yo no estuviera ahí, me dio la espalda y se marchó. Mientras se marchaba me gritó:
-Estás hablando solo, Emil.

Y es que, muchas veces, conocemos unos pocos rasgos de las personas. Con el tiempo nos hacemos una imagen de ella, construimos un molde y de él damos vida a un personaje. Un personaje que tiene los rasgos que nosotros creemos que debe tener. Luego empezamos a tener espectativas, le pedimos responsabilidades por lo que la persona real haya hecho, y esperamos que ésta última se comporte como lo haría su personaje.Cuando no lo hace, nos perdemos, no somos capaces de entender por qué. Llegado el momento, conversamos con él. Le preguntamos y él nos responde, tiene una vida propia centrada casi siempre en nosotros, creamos una historia para él, ignorando las circunstancias que no conocemos. Y sin embargo, es una conversación entre nosotros, y un personaje creado por nosotros. Al final, hablamos solos.

jueves, 12 de abril de 2007

El pálido punto azul

Por primera vez voy a publicar en mi blog algo que no es mío. Se trata de una reflexion del gran astrónomo y divulgador científico Carl Sagan; una de las personas que más admiro y cuya obra ha inspirado mi amor a la ciencia. Creo que no hace falta más introducción por mi parte. Sólo adjuntaré la foto de la que habla, y que en parte es la responsable de que me pase mucho tiempo mirando al cielo. Veamos la reflexion de Carl Sagan sobre esta fotografia y lo que representa.


"Logramos obtener esta imagen, y, si la observan detenidamente, verán un punto brillante. Ahí está. Es nuestro hogar. Eso somos nosotros. En él, cualquier persona a la que quieran, cualquier persona a la que conozcan, cualquier persona de la que hayan oído hablar, cualquier ser humano que haya vivido, pasó su vida. El conglomerado de todas nuestras alegrías y sufrimientos, miles de religiones convencidas, ideologías, docrtinas económicas, todo cazador o cazado, todo héroe o cobarde, todo creador y destructor de civilizaciones, todo rey y campesino, toda pareja de jóvenes amantes, todo niño ilusionado, todo padre y madre, todo inventor o explorador, todo maestro de la moral, todo político corrupto, toda superestrella, todo líder supremo, todo santo y todo pecador en la historia de nuestra especie, vivió ahí en una mota de polvo, suspendida en un rayo de sol.

La tierra es un lugar minúsculo en la vasta extensión cósmica. Piensen en los ríos de sangre derramados por todos esos generales y emperadores para, rodeados de gloria y de triunfo, convertirse en dueños momentáneos de una fración de una mota. Piensen en las inacabables crueldades cometidas por los habitantes de un rincón de la mota sobre los apenas visibles habitantes de otro rincón de la mota. Qué frecuentes sus malentendidos, qué ansiosos por matarse unos a otros, qué ferviente su odio. Nuestras actitudes, nuestra fantasiosa percepción de que somos importantes, la ilusión de que tenemos alguna posición privilegiada en el universo, son desafiadas por este punto de brillo pálido.

Nuestro planeta es un punto solitario en la enorme oscuridad cósmica que nos rodea. En nuestra oscuridad -en toda esta inmensidad- no hay ninguna pista de que algo venga de cualquier otro sitio a salvarnos de nosotros mismos.
La Tierra es el único mundo que albergue vida conocido hasta la fecha. No hay ningún otro lugar al que nuestra especie pueda migrar, al menos en un futuro cercano. Visitar, sí. Asentarse, aún no. Nos guste o no, por el momento es en la Tierra donde vivimos.
Se dice que la astronomía es una experiencia que nos hace humildes, y yo añadiría, que moldea nuestro carácter. A mi parecer, quizás no haya mejor demostración de la locura del engreimiento humano que esta lejana imagen de nuestro minúsculo mundo. Para mí, subraya nuestra responsabilidad de ser más bondadosos y compasivos entre nosotros y preservar y cuidar esa mota azul, el único hogar que hemos conocido."

jueves, 8 de marzo de 2007

Sueños que sueño

Una noche de mucho sueño, soñé contigo, y soñé que me soñabas. Todo era como en un sueño, el tiempo avanzaba soñoliento y soñábamos tumbados juntos en un jardín de ensueño. ¡Ay, pero sólo era un sueño! Desde entonces he estado soñando despierto que te volvía a soñar dormido. Hasta que el otro día, mi sueño se hizo realidad y te vi de verdad, ¡y esta vez no era un sueño! Me devolviste una mirada que haría soñar a cualquier hombre que soñases. Me acerqué a ti, aún soñoliento, pues no hacía mucho que había despertado del sueño. Pero al preguntarte si desearías compartir un sueño conmigo, me dijiste algo que ni en mis peores pesadillas había soñado: ¡NI LO SUEÑES!

viernes, 23 de febrero de 2007

EL SILENCIO

- No se quién creó el cielo. No se quién creó la tierra, ni el mar, ni las estrellas, ni la luna, ni a tí. Sólo se que el infierno lo creé yo.

- Te voy a contar cómo lo hice.

- El infierno no se crea a base de cometer pecados. Mira en tu interior y dime si la mayoría de las cosas de las que no te arrepientes no son "pecado". No te dejes engañar y sobre todo no te engañes, la "virtud" no existe.

- Solo hay una cosa de la que me arrepiento, y es de aquello que no hice. Y de lo que no dije. No me arrepiento de la vida que he llevado, sino de la que no he llevado. No me arrepiento de mis acciones, sino de mis omisiones.

- Aquella vez que se me olvidó decir gracias. Aquella persona a la que nunca expliqué por qué nunca más la llamé. Aquella a la que no supe pedir perdón, y aquella otra a la que no supe conceder el perdón. Todas aquellas veces que no supe pedir y por ello me quedé sin conseguir. O aquellas personas a las que no supe decir que sobraban, que molestaban, que su compañía no era bienvenida.

- Los malos momentos pasan. Los malos recuerdos se olvidan. Las malas acciones se perdonan. Los malos silencios atormentan el alma poco a poco. Sin prisas, sin luchar. Se toman su tiempo en destrozarlo todo a base de dejarlo todo como está. Impiden que las cosas cambien.

- De lo que te arrepentirás en el futuro es de lo que no has hecho. ¡Habla! No hables con indirectas, pues nadie te entenderá. No esperes que las personas cambien su actitud solas, pues no lo harán.

- SI TIENES ALGO QUE DECIR, DILO.

Mi reclamación

Voy a contar un suceso que me ha dejado bastante perplejo a estas alturas.
Como sabreis, hemos tenido algunos problemas con la llegada de las tarjetas de estudiante nuevas de la UMA (lo cual me impide ir al cine con tarifa reducida, además de que no me gusta la foto que tiene el antiguo; parezco un terrorista). Muchos hemos rellenado una solicitud de reclamación. Pero en mi caso tiene interesantes alicientes.
Me limitaré a transcribir la solicitud que rellené, pues creo que se explica lo suficientemente bien.

EXPOSICIÓN DE LOS HECHOS Y LAS RAZONES QUE MOTIVAN LA SOLICITUD:

>> Se ha producido un retraso de varios meses en la entrega de la tarjeta de estudiante en alumnos de Ingeniería de Telecomunicaciones, a lo que se suma el peculiar argumento dado por la secretaria responsable en el centro (ETSIT) para justificar este restraso en mi caso concreto, alegando que "Los nombres raros se entregan más tarde para organizarnos mejor"


Y pienso; ¿no se organizarían mejor ordenando las tarjetas por orden alfabético? ¿Cuál es la frontera entre un nombre "normal" y uno "raro"? ¿Quiere decir que si me cambiara el nombre podría recibir la tarjeta antes? ¿No será que hay empleados raros?
A mí que me lo expliquen ...

domingo, 4 de febrero de 2007

Secuestro

La vi llegar. Su demora me había intranquilizado, pero verla ahora lo hizo aun más. La expresión de su rostro me sugería que algo no iba nada bien. Otrora habladora y radiante, ahora se me acercaba asustada y con la boca fruncida, como si una mano invisible se la estuviera tapando. Noté que, aparte del paraguas que había ido a buscar, traía consigo dos enormes bolsas, despegándolas de su cuerpo tanto como el peso le permitía. No me dijo ni una palabra, pero tampoco lo necesitó. Cuando llegó hasta mí, me asomé a una de las bolsas. Estaban llenas de cartuchos marrones del tamaño de un vaso, con una etiqueta roja que decía "EXPLOSIVOS". La miré sobresaltado. No era del tipo de personas de quienes esperaba que un día me mostraran explosivos suficientes para derribar un edificio; ella no.
"¿Qué es esto? ¿Es tuyo? No, no puede ser ¿qué ha pasado?"
Hablaba pausadamente, pero las palabras peleaban por salir de mi boca. Se acercó más a mí, como si huyera de algo, y entonces me dí cuenta de que un tipo con un pañuelo en la cabeza y barba de varios días nos apuntaba con una recortada. Junto a él, un hombre de unos cuarenta, moreno y con los ojos saltones, con ojeras de no haber dormido varios días.
"Vamos a dar un paseo. Acompañadme y no se os ocurra decir ni una palabra"
"¿Qué queréis de ..." Me calló quitando el seguro del arma. Cuando los objetos hacen callar las voces, es que alguien puede salir muy dañado.
Sentí la presión del cañón en la espalda hasta una furgoneta negra aparcada a varios metros. También sentía la presión de querer proteger a alguien a quien no podía ni hablar. Es algo duro. Sabes que al final todo saldrá bien, que algo bueno pasará, y que, de no ser así, no lo sabrás hasta el momento en que lo peor suceda. Y por otro lado sabes que quien está a tu lado puede estar sufriendo mucho, que eso es un mal que tiene lugar en el tiempo presente, que tienes la capacidad de arreglarlo, pero que la situación no lo permite.
Y tu seguridad se derrumba entonces. Te vienes abajo, el pánico te invade. Con un poco más de mala suerte, transmites ese pánico a esa persona que desearías tranquilizar, y todo empeora. Al final, derrotadas todas las líneas de defensa, se despierta tu instinto más básico.
La parte trasera de la furgoneta estaba despejada. Le quitaron las bolsas, las pusieron con cuidado en un rincón, detrás del asiento del conductor. Después la metieron dentro, y se acomodó en la pared opuesta. A mí me empujaron a su lado. Se abrazó a mí, quizás buscando protección. Si eso la calmaba...
Tras horas de viaje, estábamos lejos de cualquier núcleo urbano. Noté que la furgoneta deceleraba. Paramos en una gasolinera. Eran las 3 de la madrugada, minuto arriba, minuto abajo, y el copiloto dormía. Mi compañera, que de por sí era una persona intranquila e insomne, milagrosamente estaba también dormida. Despues de todo, alguien le había encontrado el lado positivo a todo esto.
Yo no era un príncipe azul, ni siquiera era valiente. Hacía horas que mi cabeza se había rendido al no dar con la salida de esta situación. Silenciosamente, con cuidado de no despertarla, la alejé de mí, gateé hasta la puerta trasera, y con una velocidad y sigilo que nunca más podré repetir, la abrí y salí corriendo a esconderme en la oscuridad de la noche.
Una gran carga se desprendió de mí. Sólo pesaba, y me dolía la conciencia...
Y entonces, noté un tremendo ardor en la pierna izquierda y caí al suelo. Al mismo tiempo, no se si antes del dolor o después, un ruido sordo. Y noté que alguien se me acercaba. Me hice el muerto, pero me cogió de los pelos y me obligó a mirarle.
"¡Cobarde! ¡Me ibas a dejar sola!"
¡Ay! La conciencia duele como un tiro en la pierna de un cobarde...

domingo, 21 de enero de 2007

Puta

Yo tengo una vida "decente"; un trabajo estable, relativo respeto entre la gente que me rodea (al menos en los momentos en que estoy presente), un techo bajo el que vivir, una cena esperando caliente en la mesa, un partido al que votar, y uno que seguir todos los domingos... Soy uno más, en el rombo de la sociedad contemporánea.
Arriba la clase adinerada, en medio el pueblo llano y debajo los desamparados, los mendigos, los esclavos, las putas...
Eran las 7 de la mañana, mi tren pasaba por encima de un puente. Debajo de este puente, la carretera que conducía al polígono industrial. Y allí la ví. Era enorme, llegaría quizá a los dos metros de estatura. Apenas cubierta por un par de trapos que no la protegían del frío de esa mañana de Enero y dejaban ver una piel del color del café. Intentando atraer clientes que, obviamente ignorarían ese frío.
Clientes que, con su ignorancia alimentan un horrible mercado humano, un mercado antropófago, con el que una parte corrupta de la sociedad se enriquece, y escala a la punta superior del rombo, y compra el respeto del resto, mientras que otra parte, explotada y privada de las mínimos derechos humanos, es renegada a la punta inferior del rombo.
¿Y los que estamos en medio? ¿Qué hacemos nosotros?
Usamos "puta" como insulto, nos sentimos orgullosos de no caer tan bajo, somos indulgentes con los verdaderos criminales y las mafias (¿cuántos traficantes de personas, drogas, armas, etc ... campan a sus anchas en esta sociedad?).
Y todavía nos atrevemos a juzgar a quien tiene que vender su cuerpo para sobrevivir, o peor aún, lo venden por ella. La usamos como insulto. Nos creemos con el derecho de sentir asco. Nos atrevemos a criticar a aquella que intentó escapar de la pobreza para sumergirse en la miseria, para acabar una mañana de Enero, casi desnuda, a las 7 de la mañana intentando atraer a babosos, a los cuales la sociedad no juzga.
Una sociedad que cierra los ojos y no quiere ver, bien haría en cerrar la boca también.