domingo, 7 de mayo de 2006

El arma

Estos son mis últimos pensamientos en este mundo que yo contribuí a empeorar. He quitado la anilla de mi última granada y la he soltado al aire. Sube, a la vez que gira sobre sí misma. ¿Cara o cruz? ¡Muerte! En el momento en que abandona mi mano manchada con la sangre de demasiadas personas, mi mente se despeja. Desaparecen las nubes de ignorancia; se abren las cortinas seductoras del fanatismo. ¡Si sólo lo hubieran hecho antes!
A mí me entrenaron para matar. Un buen día me dieron el fusil, un casco (o un cinturón bomba y una copia del Corán, eso importa poco) y me señalaron al enemigo. Me convencieron para odiarlo, a la vez que refinaba mis técnicas en el arte de la matanza.
Pasé de ser un muchacho inocente a un arma con alma y sentimientos envenenados. Mi vida se centraba en quitársela a otros. Me engañaron, me mintieron, me sedujeron, me entrenaron y me usaron.
Llegado el momento, me quitaron el bozal y me desencadenaron. Y gustoso, tome posiciones y comencé a disparar.
Un muerto. Dos muertos. Siete.... Cuanto más mataba, más me veía como a un héroe. Un gigante que arrastraba los cuerpos del enemigo a modo de trofeo.
Muerto tras muerto, batalla tras batalla, el mal ganó posiciones en mí, hasta que ya no quedaba más alma en mí. No era más humano que mis balas, que mis cargas de dinamita ... y tampoco tenía más importancia para quienes me mandaban.
Pero ahora, que todo estaba hecho, que no había vuelta atrás, que mis víctimas ya no saldrían del foso, ni reirían, ni conocerían a sus nietos, ni me conocerían a mí, rodeado de sagre, fuego y lodo, lo he visto todo claro. No soy inocente, no tengo la razón; ni defiendo la verdad ... ninguna verdad. Nada me da derecho. Ni la patria o la religión, ni el honor o la venganza, no el dinero o la miseria, ni la defensa ni la agresión, ni el hambre o la codicia, ni Dios o el demonio, ni los ricos ni los pobres, ni la forma de vivir o la de morir... Nada.
Soy un asesino.
Tengo tanta culpa, ni más ni menos, como los que planearon todo esto.
La granada ya ha caído. Lo ha hecho junto a mis pies. La miro un instante. La tecnología al servicio de la muerte. Ella se vuelve contra los hombres cuando los hombres se vuelven contra la razón.
Adios yo cruel.