jueves, 28 de junio de 2007

El Crimen

Faltaban dos minutos para la hora. Todos estarían nerviosos, así que nadie se percataría de mi presencia. Sigilosamente, bajé las escaleras del fondo, por donde nadie suele pasar. y entré en la habitación menos concurrida; apenas diez personas, y nadie me conocía. Bien, nadie (que importase) sabía que yo estaba ahí. Me quité la gorra y las gafas de sol. Ahora tenía que centrarme en lo que tenía entre manos. Ejecutar la sucia operación lo más rápida y disimuladamente posible, terminar pronto y marcharme del lugar sin ser reconocido.
Dos horas, de tres que tenía, me llevó perpetrar aquel horrible acto. Antes de dejar el ominoso documento sobre el montón, lo miré por última vez, sabiendo que volvería a ver aquella imagen en las pesadillas de los próximos días y semanas.
Recogí mis cosas, me cubrí la cara de nuevo y salí del escenario. No había testigos, nadie me había visto, no me podían vincular con aquello.
En cinco minutos rodaba por la carretera en un autobús público, rodeado de gente inocente que seguro no había pecado como yo acababa de hacer. Cuando pude, me lavé las manos, la cara, los pensamientos ...
Ya sólo quedaba esperar el día de la nota... eso, y un milagro que pudiese redimir mi alma de teleco en pena.

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