miércoles, 6 de agosto de 2008

Belleza

La belleza es común. La hay por todas partes, no hay que buscarla. Nos espía, nos persigue, nos acecha y nos asalta.
Y no, no me refiero sólo a la belleza que se destila de la publicidad en las revistas, en la televisión o en los panfletos que se deshacen con los pisotones de los transeúntes. Ni la belleza que puebla las discotecas, y aumenta copa a copa. Ni aquella con la que a veces me deslumbras (después de todo, hey! soy humano).
La belleza, la misma belleza, está en todas partes. Empezando por algo convencional, está en un cielo estrellado, coronado con el arco de la Vía Láctea. O en el Sol abrasador del desierto, en la vida que brota de éste cuando cae la noche. En la lluvia que convierte el marrón en verde, o en la fuerza de las tormentas que se niegan a sucumbir a los programas humanos. Al bullicio de la hora punta, a las calles vacías de las cuatro y media de la mañana. A la voluptuosa y a la vez silenciosa vida que se observa de noche al sobrevolar Málaga. A la humildad con la que a veces somos capaces de admirar a nuestra propia especie; cuando viajamos miles de kilómetros sólo para ver las Pirámides, a la curiosidad que sentimos cuando nos preguntamos "¿Y esto cómo se les ocurrió? ¿Cómo lo hicieron?". A la belleza silenciosa de los fiordos. A las historias que nos cuenta la Alhambra. La que baja del cielo desde los rascacielos de Manhattan, o desde la punta del Kilimanjaro.
En general, esa belleza que las cámaras no pueden captar por completo, aquellas que hay que vivir para comprender; porque una experiencia vale más que mil imágenes.

No hay comentarios: