martes, 12 de septiembre de 2006

Primero, conseguiste calentar y alumbrar tus noches, pero pronto aprendiste a matar con aquello que cocía tu comida. Luego, aprendiste a viajar rápido, y lejos, y luego volver a casa; pero saliste nuevamente a conquistar, a someter, a invadir. Seguiste aprendiendo, y aprendiste a intercambiar unos bienes por otros, pero viste que era más fácil hacerlo por engaños, por trampas. Después, alumbraste la fé y las esperanzas en los corazones de tus semejantes, pero pronto encendiste el odio, la ira, la intransigencia. Más tarde, retaste a las olas y a las tormentas, pero volviste con una captura de muerte, de esclavismo y de robo. Mucho más tarde aún, comprendiste que tenías el poder de transformar los frutos generosos de la Naturaleza en lo que necesitaras o quisieras; y tú quisiste un medio para matar al prójimo, o necesitaste uno para defenderte de él. Te libraste de las ataduras del suelo, y cuando llegaste muy alto, encontraste un lugar desde donde descargar tu ira. Calculaste que era posible sacar lo más potente de lo más pequeño, y con ello te armaste, hasta tener el poder de destruir tu mundo varias veces.
Eres capaz de lo mejor, pero siempre encuentras una forma de usarlo para hacer lo peor. En tí está la bondad, pero aún no le has encontrado un uso.

1 comentario:

Alana dijo...
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