miércoles, 20 de septiembre de 2006

Equipaje ligero

Un buen día, llegué al mar. Y me embarqué. Durante varios días y noches, vagué a la deriva entre las olas, allá donde el agua es el enemigo, pero el único que no te abandona en todo el viaje. Y tú estabas allí.

Toqué tierra, y seguí andando hasta que ví que mis pies se hundían en la arena clara y seca. Estaba en el desierto. Allá donde el sol siega la vida, y siembra el silencio. Y tú estabas allí.

Me perdí entre las dunas, y cuando me volví a encontrar, estaba en una enorme llanura, poblada de arbustos hasta el horizonte. La vida dormía, protegiéndose del calor de la mañana. Estaba en la sabana, allá donde la muerte es la única garantía para la vida. Y tú estabas allí.

Sobreviví, y seguí sobreviviendo hasta que bajé la guardia, pero pronto me puse de nuevo; estaba en el lugar más verde que te puedas imaginar. Allá donde las voces no callan ni de día ni de noche. Te sobrevuelan, te rodean, pasan por debajo de tí... Hoy devoras y mañana eres devorado. La selva. Y en todo aquel escándalo... tú estabas allí.

Salí de ella, magullado pero entero, y con fuerzas para seguir andando.

Y un buen día, llegué al mar. Pensé, que ya que había llegado hasta allí, daría un paso más, y seguiría adelante. De nuevo, me rodeé de agua y desafié a Neptuno. Él me lanzó tormentas, rayos y olas, pero no me venció. Finalmente me detuvo con enormes barreras de hielo. Me sometió poco a poco, y al final, ya no había más que hielo. Estaba en el polo, allá donde hasta el tiempo se congela, y no pasan ni los días ni las noches. Y tú, estabas allí.

En aquellos caminos muertos, vi hielo de todas las clases; piedras, montañas, liso, rugoso, polvoriento, rocoso, frío, ... más frío todavía.

Y un buen día, llegué al mar. Esta vez no estaba en mis manos elegir, tuve que dar el salto.

Y cuando caí, caí sobre unas montañas muy altas. Seguí en ellas hasta que pasó bastante tiempo, y se acumularon bajo mis pies bastantes kilómetros. Sólo me perturbó una brisa que se convirtió en viento, y luego en tormenta. En la tierra de los huracanes, aprendí a volar... Y tú estabas allí.

Recuperé la conciencia y noté movimiento. Me ví de nuevo en un barco, pero esta vez navegando río abajo, dejándome llevar por la corriente. Aquel viaje, todo un descanso, duró varios días. Y al final, llegué al mar ...

Estuve en muchos lugares más; junglas, salares, volcanes, glaciares, fiordos, cabos, islas, lagos ... Y tú siempre estabas allá donde iba.

¿Mi equipaje? Perdí muchas veces el que llevaba en la mano; pero el que llevaba en la cabeza, siempre estaba allá donde iba.

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