sábado, 19 de noviembre de 2005

Hijo de la ciudad

Despertó a una vida nueva. Bajo la luz del Sol naciente, bajo la sombra del alma de la ciudad humeante, se puso en pie, levantóse de la dura cama. Nuevos sueños invadieron su mente al despertar, nuevas ilusiones al volver a la realidad. Se asomó al balcón, y vio la ciudad bullir bajo el cielo marrón. Miles de personas conducían, millones eran conducidas; todas se movían. Y nadie podía verle ... Nadie podía escucharle; ni siquiera sabían que existía; nadie sabía que hoy nacía de nuevo.

Sabía que se asomaba a una marabunta solitaria, a una multitud de solitarios, al ruido de la incomunicación. Bajó a la calle y comenzó a andar sin rumbo. Se diluyó entre una muchedumbre silenciosa y se perdió.

El hijo de la ciudad volvía a casa.

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