miércoles, 29 de agosto de 2007

Azufre

Conté uno a uno los fajos de billetes, y los billetes por cada fajo. Los expuse al ultravioleta, eran reales. Satisfecho, cerré las tres maletas. Quise felicitar a mi cliente por la compra, pero ya se había desvanecido. Me quedé solo en el pasillo, pensativo. Esta noche me acostaría, y mañana el mundo me reconocería como otra persona. Con una casa nueva, o mejor dicho, una mansión. Aunque para ello tendría que buscarme algo de compañía; por otro lado, tarea bastante fácil ahora que el trato estaba cerrado. No tendría ni que asimilar civilizadamente que ahora tenía un gran carisma y atractivo físico, que era una persona interesante con una vida apasionante, o lo que equivale a todo ello, que era tremendamente rico. Cualquier tontería que hiciera estaba públicamente aceptada, probablemente coreada por publicaciones populares. Mientras estas ideas me asaltaban caóticamente, empecé a arrastrar las maletas llenas de dinero hacia el salón. El calor y el olor a azufre aún impregnaban el pasillo.

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